Miguel Sempere
Presentar como la gran novedad de la temporada a Nieves Herrero es como anunciar la presentación de Karina al próximo festival de eurovisión. Demuestra una completa carencia de ideas.
13TV es una televisión rancia, sin ritmo, ni creatividad, repleta de viejas glorias ajadas con una fórmula tediosa de sucesos, películas del Oeste –del accionista Enrique Cerezo– y tertulias donde hay más gaviotas que en “Los pájaros” de Alfred Hitchkoc.
Es, por lo demás, una televisión permanentemente en quiebra. Desde 2010, ha perdido 65 millones de euros, sufragados por la crucecita. Y cada vez a peor. El último ejercicio perdió 12,9 millones y la Conferencia Episcopal hubo de recurrir al rescate con la capitalización de 22 millones de deuda y la puesta en marcha de una línea de crédito participativo de 12 millones de euros, con vencimiento el 1 abril de 2018, de la cual, a 31 de diciembre de 2015, ya habían recurrido a 5,4 millones. Según El Confidencial, “pese a haber recibido esta ayuda, la situación de la sociedad es compleja y el último día del anterior ejercicio se encontraba en causa de disolución”.
Con una programación aburrida, con unas estrellas periclitadas y más vistas que el tebeo, con un discurso político sectario, sin la más mínima denuncia de la corrupción, 13 TV no es una empresa –desde luego, no es un instrumentos de evangelización- sino un instrumento para mantener el statu quo: el sistema de financiación de la Iglesia, que entraña componenda y dependencia del Estado -confesionalismo económico torticero, que amalgama al cristianismo con el Partido Popular- y los privilegios fiscales. En términos periodísticos, es un bodrio. En términos morales, un escándalo.