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El Consejo General de la Abogacía ha perdido la cabeza

Redacción




Victoria Ortega. /Foto: publico.es.
Victoria Ortega. /Foto: publico.es.

Miguel Sempere

Por casualidad, en una sala de espera, cae en mis manos el número de abril de la revista Abogados, órgano oficial del Consejo General de la Abogacía. Por matar el tiempo me detengo a leer la “Carta del editor” titulada ‘¿Qué Europa estamos construyendo?”. Una sarta de estupideces y memeces que no la mejora ni el ignorante ilustrado de Ignacio Escolar.

No consigo identificar al “editor” porque figura un presidente del Consejo Editorial, Jesús López-Arenas González, el director, Francisco Muro de Iscar y la presidenta del Consejo General de la Abogacía es Victoria Ortega. Los tres se supone que son corresponsables de la quintaesencia de la corrección política publicada, donde sobreabunda la moralina sin moral, el dominio de un sentimentalismo irracional, groseras manipulaciones y estrictas mentiras. Muy mal, muy iletrada, muy descentrada anda la abogacía española.

“La Europa sin fronteras de las instituciones comunes y de la moneda única ha sido uno de los grandes avances de estas últimas décadas”. Europa tiene fronteras; por supuesto, que tiene fronteras; no tiene aranceles interiores. Sigue luego una chorrada sobre “valores y principios de solidaridad que son la esencia de la nueva Europa”. ¿Nueva Europa? Europa no tiene nada de nuevo, es milenaria. Esa es la jerigonza del plan destructivo de George Soros, asumida como doctrina oficial por el Consejo General de la Abogacía, institución gremial que debería abrir sus fronteras y permitir ejercer a todos de abogado.

Continúan los clichés desgastados de la ignorancia ilustrada, que no sabe de nada. “La Europa libre, democrática, solidaria, de 500 millones de habitantes no ha sido capaz de integrar a un millón de personas solicitantes de asilo, que huyen de la guerra, de la persecución religiosa, de los abusos, de una muerte segura, sino que ha gastado miles de millones de euros para expulsarlos”. Bueno, aunque fueran hermanitas de la Caridad, eso de integrar, que quiere decir sostener con cargo al contribuyente, pagando además a chupópteros de onegés enriqueciéndose de la pobreza al estilo Salve the Childrens, un millón de personas no ha de ser tarea fácil. Todo lo aguante el papel y el editor debería abrir de inmediato los Colegios de Abogados para que vivan esos refugiados o los del movimiento okupa.

La inmensa mayoría no huyen de ninguna guerra, sino que vienen de Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto. A los musulmanes no se les persigue por su religión, son los musulmanes los que persiguen a los cristianos, que no llegan porque los han matado y han sido los cristianos en Irak y Siria los que han tenido una muerte segura: de 1.500.000 de cristianos con Sadam, quedan 300.000.

“Entre ese millón largo de personas hay cerca de cuatrocientos mil niños y otras tantas mujeres”. Es decir, ochocientos mil entre niños y mujeres. El editor se debe haber vuelto majareta en su afán de impresionar con sus estadísticas de Mortadelo y Filemón. Es decir, quedarían doscientos mil varones adultos. Las cosas que se permiten en su indigencia mental los de la corrección política. “Y de esos niños, casi cien mil viajan solos, sin compañía alguna. Los hay adolescentes, pero también casi bebés”. ¿Cómo va a viajar sólo un “casi bebé”? ¿Y estas patrañas son capaces de espetarse en un órgano que representa a los abogados? ¡Pues sí que está mal la abogacía! “A los que sus padres han enviado a Europa bien para una reagrupación familiar, bien para que hagan de puente hasta que lleguen ellos, bien para que no mueran”. Estas idioteces no tienen nada que ver con la realidad. Los adolescentes no acompañados, que están llenando Europa, no esperan a sus padres, son la consecuencia de una paternidad altamente irresponsable que exporta excedentes de población.

Luego el “editor” pasa a arremeter contra la situación de los ‘refugiados’ en Grecia y Turquía, que “la abogacía ha denunciado repetidamente esta situación, generada en buena media, como dice Noam Chomsky y sabemos todos, por las propias políticas de los países europeos y por una Unión Europea que ha escondido en el desván sus principios constituyentes”. No se pueden incluir más tonterías en un párrafo, sin que falte ni la cita de autoridad a un persona tan desacreditado como Chomsky, ni ese “sabemos todos” tan de mostrenca manipulación, ni dosis elevadas de complejos de culpa para añadir al brebaje. Pues ni lo sabemos todos, ni lo sabe nadie, porque es una estupidez supina y una mentira grosera. Las políticas de los países europeos no han generado nada, sino que toda la culpa y la responsabilidad es del islamismo, de su atraso y del fracaso general de todas y cada una de las sociedades musulmanas, lo diga el porquero de Chomsky o el de Agamenón.

Por cierto, los principios constituyentes de la Unión Europea, antes Comunidad Europea, y antes Comunidad Económica Europea se basaban en la Europa de las patrias, que es a donde hay que volver.

En el futuro, lo mejor será cerrar el Consejo General de la Abogacía, que ya se ve que no sirve para nada, salvo para que algunos vivan del cuento aportando su granito de arena a la destrucción de la civilización.