Virginia Montes
Amplios sectores de la CDU conspiran ya para que Ángela Merkel no encabece la candidatura en las elecciones de 2017, toda vez que el 50% de sus votantes no la quiere. Todo va a depender de los resultados de Meckelenburgo Pomerania y Berlín en septiembre. Y pinta mal con Alternativa por Alemania es ascenso.
En situación de pánico, Merkel ha recorrido esta semana en avión 6.000 kilómetros y se ha reunido con 18 jefes de Estado y de Gobierno, más ocho líderes en Berlín en el fin de semana. Porque ya no todos van a verla, ahora ella va a verles a ellos.
Tras el Brexit, atrapada en su alianza con el nada fiable Erdogan –a cuya campaña fue a apoyar, provocando males mayores a Turquía- que exige libre circulación sin visado para ochenta millones de turcos y sometida al plan Soros –situando a Rusia como una amenaza- Merkel es un cadáver político que deambula por Europa mientras recomienda a los alemanes acopiar agua y alimentos y volver al servicio militar obligatorio.
Merkel busca un plan B para los presuntos refugiados ante el previsible fallo de Turquía que ya ha cobrado por adelantado. Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría le acaban de reiterar que no quieren cuotas.
La crisis personal de Ángela Merkel es la proyección de la de una Unión Europea que se ha atormentado a sí misma y que precisa una revisión a fondo hacia sus orígenes: la Europa de las patrias.