AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


El verano en que Xabier Arzalluz amó la bandera de España

Redacción




Xabier Arzalluz, expresidente del PNV. /Foto: YouTube.com
Xabier Arzalluz, expresidente del PNV. /Foto: YouTube.com

Enrique de Diego

Esta es una historia inédita que merece ser conocida. Hay un trasfondo jesuítico en ella, y de corrupción en paralelo. Durante un tiempo, Xabier Arzalluz amó a la bandera de España. Ocurrió en 1984, siendo un joven jefe de la Sección Política de Abc.

Como todos los veranos, se desató la llamada “guerra de las banderas”: con motivo de las fiestas patronales, los ayuntamientos nacionalistas se negaban a cumplir la Ley de banderas, y a poner en el balcón del Ayuntamiento la enseña nacional. O cuando lo hacían, por imperativo judicial, se producía en un ambiente de desprecio y pitadas. El conflicto se iba agravando de fiesta en fiesta.

Un pequeño inciso: los corresponsales de Abc en Vascongadas, todos, escribían con pseudónimo, como medida de seguridad. Por un mínimo de compañerismo, durante cuatro años pasé mis vacaciones en tierras vascas, dos años en Vizcaya y dos en Guipuzcoa.

Guerra, pues, de las banderas, en las que el nacionalismo llevaba la iniciativa en sus gestos de desafío. Ir detrás de ellos era hacerles la propaganda, así que decidí elevar la apuesta. La bandera de España en el primer sitio, por Ley, en el que debía ondear, con todo el respeto, era en Ajuria Enea, la sede del Gobierno vasco en Vitoria. “No ondea la bandera en Ajuria Enea”, fue la portada. Y puse a la redacción a trabajar de firme y con constancia –salvo a algún inútil, como José Antonio Sánchez, que por ello hoy presidente RTVE- pidiendo declaraciones, valoraciones de juristas. Todos los días había una información destacada. Era nuestra propia guerra de la bandera.

La sorprendente llamada de Carlos Garaicoetxea

NO TE LO PIERDAS:   Viganò: La modernidad pagana está preparando un flagelo ‘mucho más desastroso’ que el Diluvio

Estaba de presidente del Gobierno autónomo vasco, Carlos Garaicoetxea, quien mantenía un enconado conflicto con Xabier Arzalluz, presidente del PNV. No era una simple animadversión personal, sino también había una cuestión de fondo: Arzalluz y el partido –menos Guipuzcoa- eran partidarios de los territorios históricos, de las provincias y sus Juntas, mientras Garaicoetxea quería centralizar el poder en el gobierno autonómico, en detrimento de las provincias. Aquello llevó a una escisión y al nacimiento de Euzko Alkartasuna, con los partidarios de Garaicoetxea.

Estaba relativamente fresco el eco del golpe de Estado del 23-F, sobre el que tan amablemente me ha entrevistado el digital Ikusle. Bueno, que la “guerra de las banderas” había pasado a un segundo plano, porque la guerra de que se pusiera la bandera en Ajuria Enea había ido tomando toda la relevancia.

Entonces, recibimos una llamada de Carlos Garaicoetxea pidiendo que paráramos la campaña. Tenía pavor a que, desde el acuartelamiento de Araca, encendidos los ánimos, se fueran a poner la bandera en Ajuria Enea.

La aún más sorprendente llamada de Arzalluz

Esto fue sorprendente, pero nada al lado de la llamada de Xabier Arzalluz, pidiendo, por el contrario, que le siguiéramos dando leña a Garaicoetxea. El PNV siempre ha tenido una relación de amor-odio con ese ente metafísico que llaman Madrid, un doble discurso, fuera de Vascongadas y dentro, y tener interlocución e influencia en Madrid cuenta a favor. Y la campaña periodística de la bandera mostraba, en el criterio de Arzalluz, que Garaicoetxea estaba mal visto en Madrid y eso contaba en su contra.

Las conversaciones pasó a llevarlas Luis María Ansón, y eso llevó a un final nauseabundo, lleno de hipocresía y corrupción, porque Ansón, además de ser un acosador baboso era una compulsivo trincón, como se ha ido sabiendo después.

Arzalluz nos puso en el secreto del final de la conjura partidaria, que pasaba por la expulsión del partido de Carlos Garaicoetxea, y el ascenso a la presidencia del gobierno vasco del presidente de la Junta de Guipuzcoa, un desconocido José Antonio Ardanza, quien pondría la bandera en Ajuria Enea. ¡Victoria! ¡Adiós para siempre guerra de banderas! ¡La legalidad cumplida!

Todo transcurría según lo previsto y anunciado. De repente, teníamos unas magníficas relaciones con el PNV, partido acostumbrado a recoger las nueces de los árboles que mueven otros. Tuvimos todas las fuentes informativas abiertas y estrechas relaciones con los diputados. Parecía increíble, pero el PNV iba a poner la bandera de España en la sede del Gobierno vasco. En tan extraña camaradería, fui a recibir a José Antonio Ardanza a Barajas, a la sala VIP. Era un hombre apocado, tímido, que estaba cumpliendo una orden del partido en un ambiente de tensión máxima en los batzokis.

Final nada feliz

NO TE LO PIERDAS:   REPENTINITIS: Rescatado por el vano de un campanario tras sufrir un infarto subiendo la escalera

Pusieron, en efecto, la bandera de España…en el despacho de José Antonio Ardanza. Un día para la foto y luego la quitaron. Y los ansones –Luis María y su hermano Rafael– hicieron negocio con el PNV.