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Y si no ganamos, repetimos

Redacción




Manifestación a favor del Estado islámico en Londres: he ahí la 'diversidad'.
Manifestación a favor del Estado islámico en Londres: he ahí la ‘diversidad’.

Virginia Montes

Los siervos de la corrección política son muy tolerantes, hasta que les llevas la contraria. Y son también muy demócratas hasta que el resultado no les satisface.

Con el Brexit se les ha llevado la contraria y el resultado no les ha satisfecho nada, así que se producido un intento de deslegitimación del resultado, como si hubiera que repetir la consulta, y de hecho uno de los frentes de deslegitimación ha sido la recolecta y presentación se dice de un millón de firmas ante el Parlamento británico.

La pregunta era clara con una nítida disyuntiva: o salir o permanecer. Es decir, se trataba de un referéndum y no de un plebiscito. El resultado, por lo demás, no deja lugar a la duda ni ha hecho preciso ningún recuento nuevo: 17.410.742 por el Brexit y 16.141.241 por la permanencia; una diferencia sustancial de 1.269.501. Nada despreciable y, sin embargo, ha sido despreciada de inmediata.

Como si se tratara de un referéndum de autodeterminación la apuesta mayoritaria de los escoceses por la permanencia -62% a 8, y el 74% en Edimburgo- parece que debe entenderse en clave independentista. El alcalde de Londres, Sadiq Khan –el que llevó a su esposa con el pelo al aire hasta que en la ceremonia de toma de posesión se puso el hijab– también parece soñar con Londres como ciudad-Estado y ha pedido más competencias para la capital y estar presente en las negociaciones de la salida. ¿Por qué? Porque el resultado, al no gustar, pasa a ser, subliminalmente, ilegítimo. Sin embargo, los barrios obreros de Londres han votado mayoritariamente por el Brexit, así que o bien se independizan de Londres o también han de estar presentes en las negociaciones.

Se ha presentado, en una sociología barata de andar por casa, el voto por el Brexit como “rural y viejo”, el voto de la Inglaterra del pub y la pinta. Pero esa gente ofreció generosamente material humano en las dos guerras mundiales. También fue mayoritario en las grandes ciudades de Shefield, Bradford y Birmingham, y en Cardiff, la capital de Gales, se fue al 60%.

Los jóvenes por la permanencia y los viejos por la salida; un toque de juvenismo deslegitimador. A ello hay que sumar artículos con firma del tipo de “me avergüenzo de ser inglés” y variados reportajes sobre arrepentidos que ahora votarían por la permanencia.

Londonistán.
Londonistán.

Y muchos análisis tachando de xenófobos y racistas, dicterios habituales de quienes ostentan el monopolio de la tolerancia hasta que no les llevas la contraria, a los votantes del Brexit o la traslación de sociología de detritus marxista de los ochenta del tipo de han votado Brexit porque tienen miedo a la competencia de mano de obra barata.

Ingeniería social con una diversidad conflictiva

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En realidad, Inglaterra ha sido sometida en las últimas décadas a un proceso de ingeniería social para cambiar su faz y destruirla como narrativa histórica común. El 10 de enero de 2010 el Daily Mail reveló documentos del Partido Laborista, en la etapa de Tony Blair, en los que se propugnaba una política de puertas abiertas a una inmigración invasiva para “con la diversidad dejar los argumentos de la derecha anticuados”. Esa diversidad ha adquirido aspectos muy dantescos y cuestionables. Hay barrios en Londres que parecen propios de Afganistán o de Siria, a donde, por cierto, la diversidad ha enviado nutrido material humana e incluso el más sanguinario verdugo de Daesh, todos con pasaporte inglés.

Han sido los votantes laboristas uno de los núcleos más fuertes en los que se ha labrado el Brexit. Ha sido llamativo su triunfo, pero también el intento de deslegitimar el resultado y tratar de hacer la parodia –la Inglaterra del pub y la pinta- de un pueblo que ha decidido defender su identidad, frente a la imposición de una quimera disgregadora por sus élites.