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Este sistema electoral necesita una reforma, por favor

Redacción




España, en el día de la marmota. /Foto: atlántico.net.
España, en el día de la marmota. /Foto: atlántico.net.

Enrique de Diego

Podemos repetir elecciones hasta que Mariano Rajoy obtenga mayoría absoluta y ya, entonces sí, pueda decir que ha ganado las elecciones y no sólo que ha sido el más votado. Esa es la más lógica con este desastre de sistema electoral que no se ha reformado y que nos ha llevado al “día de la marmota”.

Las otras dos opciones son: 1) que el PSOE o gobierne o le deje gobernar absteniéndose en la segunda votación, donde sólo es necesaria mayoría simple; 2) que el PSOE forme gobierno con Ciudadanos y Podemos.

La primera opción es un falseamiento completo de las elecciones, porque el PSOE ha hecho campaña para desalojar al PP y, muy especialmente, a Mariano Rajoy. También lo ha hecho Ciudadanos, pero Albert Rivera es un veleta, que cada día dice una cosa, y está de saldo.

La segunda opción entraña cierto clima de broma macabra, porque ya lo pudieron hacer tras el 20 D y nos hubiéramos evitado tanto dèja vu como estamos sufriendo y los que nos queda por padecer.

No se cambia la realidad llamándola con otro nombre: no hay segunda vuelta

El problema está en el sistema electoral. No se cambia la realidad simplemente modificando las palabras sino que éstas han de describir y atenerse con fidelidad a la realidad. No hemos tenido una segunda vuelta -¡ojalá!- sino una mera repetición y, como era previsible, el escenario es muy parecido. A una segunda vuelta sólo pasan los dos partidos más votados en cada circunscripción, porque el objetivo de toda elección es que de las urnas salga un Gobierno representativo. Dejo al margen que con listas cerradas no hay representación, pero es que aquí ni tan siquiera hay Gobierno.

Hubieran pasado PP y PSOE en muchas circunscripciones y por como ha quedado coloreado el mapa, el PP, previsiblemente, hubiera obtenido la mayoría absoluta. En la segunda vuelta, los que pasan asumen parte de los postulados de los minoritarios donde tratan de captar votos. Claro, que así el PP no podría haber aventado el voto del miedo, en este caso a Podemos, que siempre ha sido un mensaje muy exitoso en este pueblo envejecido y pastueño.

Claro, que también Pedro Sánchez no hubiera pasado a la segunda vuelta pues fue el cuarto por su circunscripción por esa mentira piadosa de que el candidato por Madrid es el candidato a la presidencia del Gobierno.

No son elecciones presidenciales directas, son legislativas indirectas

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¡Qué no! ¡Qué no son unas elecciones presidenciales! ¡Qué no hay elección directa! ¡Qué son unas elecciones parlamentarias e indirectas!

El presidente del Gobierno lo elige el Congreso de los Diputados, lo cual es acabar en origen con la bendita división de poderes, por mayoría absoluta o simple, en segunda votación. Y por ello no basta, no es suficiente, ser el más votado.

Hasta ahora, nuestro nefasto sistema electoral había tenido dos efectos perversos: instalar un bipartidismo ahormado por el concreto de la corrupción irrestricta y conceder, en ciertas etapas, última legislatura de Felipe González y primera de José María Aznar, la llave de la gobernabilidad a los separatistas, deteriorando la unidad de España.

Ahora ha aparecido el tercero: el bloqueo, el día de la marmota, el tedioso dèja vu. Aunque eviten unas terceras elecciones, que dispararían, espero, por vergüenza torera, aunque no tengo muy buena opinión de mis compatriotas, la abstención…Aunque las eviten, saldrá un Gobierno débil de circunstancias previsiblemente incapaz de afrontar las reformas que son necesarias, urgentes e imprescindibles, empezado por la del sistema electoral.