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Contestación a Javier Benegas y Juan Manuel Blanco

Redacción




El publicista Javier Benegas fue clave en la Plataforma de las Clases Medias/ Foto: blogs.periodistadigital.com
El publicista Javier Benegas fue clave en la Plataforma de las Clases Medias/ Foto: blogs.periodistadigital.com

Enrique de Diego

Javier Benegas y Juan Manuel Blanco han tenido la deferencia de citarme en su artículo en Voz Populi sobre “La regeneración política: una historia de ingenuidad, egoísmo e impostura”. Me sitúan junto a Don Antonio García Trevijano y Jesús Cacho.

Se pone en boca de Manuel Fraga la máxima de que ‘hablen de uno aunque sea bien’; más aún, en tiempos de ostracismo. El artículo fue publicado el 23 de abril de 2016. Javier Benegas y Juan Manuel Blanco son dos personas talentosas y formadas, de primer nivel, que pertenecieron, en primera línea, al movimiento que puse en marcha: Plataforma de las Clases Medias. Juan Manuel Blanco fue uno de los firmantes de la legalización de la asociación. Blanco es un economista de mucha sabiduría, catedrático de Universidad. Javier Benegas es un publicitario de prestigio, licenciado en Políticas. Ambos participaron en mis programas de radio, sobre todo en el muy noctámbulo “El país de las maravillas”. Cuando se incorporó Javier Benegas fue la etapa más activa y eficaz de la Plataforma. Él fue quien se encargó de la logística de la concentración en la Plaza de Colón, el 14 de febrero de 2009, que congregó a más veinticinco mil personas.

Luego, se marcharon, a la francesa, sin ruido pero sin despedirse; no la forma más educada, pero tampoco la más virulenta. No generaron conflicto y se les echó en falta. Se respetó su inmotivada decisión.

García Trevijano, el mejor pensador político

Dicen de García Trevijano que “no sólo es que los mass media le negaran el pan y la sal, también le faltó cercanía”. Y añaden “un ingrediente del que iba sobrado otro personaje, Enrique de Diego, que inició desde los micrófonos de la radio una crítica despiadada del Régimen, acuñando el término casta política, del que más tarde se apropiaría Pablo Iglesias”. Y rematan: “Pudo haber sido un personaje relevante en el movimiento regenerador pero su afán de protagonismo y falta de mesura lo malograron”. Vaya por Dios

Sobre García Trevijano, sólo decir algunas cosas, amén de mostrar mi admiración por el maestro. Sus apariciones en los medios de comunicación siempre han disparado las audiencias, pero su demoledora certeza de juicio le han hecho tan temible, que quien ha osado darle voz lo ha pagado siempre muy caro. Es luego la mejor cabeza del pensamiento político. Su libro “Teoría pura de la República” es, para mí, sin duda, el mejor libro de teoría política escrito nunca por un español. Lo releo con frecuencia, gozando, de paso, de su cuidado y exquisito estilo.

En el terreno cenagoso y delicuescente de los juicios de intenciones

Bien, bueno, ahora ya sé porqué se fueron de la Plataforma de las Clases Medias los hoy colaboradores habituales de Voz Populi y que, por cierto, se conocieron en la citada Plataforma. Me parece que la primera vez que me llaman “personaje” hay cierta carga reticente, si no peyorativa; la segunda tiene un contenido más neutral o menos intencionado. Lo del “afán de protagonismo” es un juicio de intenciones, terreno cenagoso y delicuescente. Nadie es inmune a ese grosero pecado de la vanidad, pero en mi descargo, más que en mi descaro, he de decir que nunca me consideré dotado para el activismo y nunca se me pasó por la cabeza que fuera a tener una etapa tan agitada.

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Siempre quise, en mi ingenuidad, moverme en el terreno de las ideas, hacer los diagnósticos y ofrecer las soluciones, muchas de ellas obvias para una mente no degenerada. Simplemente, vi que nadie hacía nada y que nos encaminábamos hacia el desastre con el silencio de los corderos. Convocamos, por dignidad, una primera concentración para protestar, para decir que no estábamos de acuerdo con que se diera dinero del contribuyente a los bancos, en un momento de histeria mundial y cuando creíamos que íbamos a ser unas docenas fuimos unos miles. Se me utilizó para deteriorar a Zapatero y al PSOE en la calle y, a cambio, conseguía difundir mensajes. Y tengo para mí que ese activismo tuvo bastante que ver con que la izquierda social se lanzara también al ruedo el 15 M. Lo digo en honor de quienes, a mi lado, codo con codo, quisieron mostrar su dignidad con tanta gallardía como poco reconocimiento.

Por responsabilidad y patriotismo y valió la pena

Siempre les dije que esa actividad, en algunos momentos frenética, me iba a costar cara, pero consideré que debía hacerlo por responsabilidad y patriotismo. Lo he pagado, en efecto caro, pero el precio valió la pena. Hice lo que debía o lo que creí que debía y muchas de las ideas que lanzamos son hoy comunes y están generalizadas, empezando por la semántica, como es el caso precisamente de “regeneración”, que incluso fue el nombre con que nos presentamos –con Carmen Klecker y Rafael Velasco, en los dos primeros puestos- a las elecciones municipales de Madrid, con el escuálido presupuesto de mil euros, que nos permitió hacer unos pasquines explicativos. Pero fue divertida e ilustrativa la subasta de coches oficiales –en miniatura- que organizamos en Cibeles y alentador el comentario de un oficial del Ejército de Tierra, que me abordó días después de la jornada electoral para decirme, casi felicitarme, porque ‘la habéis liado buena’. Cada paso, me conllevaba censuras y pasos en la deslizante escalera de la marginación.

Desmesura, puede ser. Nadie es moneda de cinco duros –o de un euro- que a todos gusta. Pero desmesura es el expolio inmisericorde a las clases medias, a los ciudadanos laboriosos e indefensos. Desmesura es el saqueo de las cajas en una orgía de latrocinios, tarjetas black, contratos blindados, créditos multimillonarios sin garantías a amiguetes y financiadores y directas meteduras de mano en la caja. Desmesura es la enervante impunidad de los corruptos y la sumisión de una Justicia controlada y domesticada. Desmesura es el control añadido de los medios. Desmesura es un sistema electoral nefasto. Desmesura, en fin, es la generación de una casta, vitalicia y hereditaria, que sólo concede presente y futuro, privilegiados, a sus hijos y sus nietos, a costa de la ruina de los de los demás.

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Dos cosas que nunca tuvimos: dinero y medios de comunicación

Empero, si hubiera sido la más mesurada de las personas y el más humilde de los hombres, no hubiera servido de nada (de mucho para mi virtud personal, sin duda). Si bien hubiera agradecido que me lo hubieran dicho entonces, en la cercanía que llegué a considerar amistad (concepto que he usado en demasía, todo hay que decirlo), tampoco hubiera servido. Ni García Trevijano más cercano, ni el menda más lejano y comedido…Hay una tupida red de intereses creados, económicos y de status; la casta tiene los resortes bien controlados, el poder económico, político, patronal, sindical, mediático. Hacían –y hacen- falta dos cosas que nunca tuvimos ni de lejos ni por asomo: mucho dinero (algunos de los actos se sufragaron con lo sacado de la venta de mis libros, así que me costó dinero) y medios de comunicación, especialmente televisión. Pero para las cuatro perras que siempre tuvimos y para los altavoces que nos prestaron conseguimos mucho; hicimos mucho ruido, del bueno, aunque cosecháramos pocas nueces. No puedo dejar de encomiar la intensa labor en Valencia de María Muñoz y Jose y todo su nutrido y esforzado equipo.

Nunca se nos podrá acusar de impostura: fuimos a pecho descubierto

Dicen también Javier Benegas y Juan Manuel Blanco, que siguen en la brecha, con sus brillantes colaboraciones en Voz Populi, que yo venía del vientre de la bestia, que la conocía bien. Es cierto. Pecados de juventud: como jefe de la Sección Política de ABC, y como aprendiz de ideólogo, ayude poderosamente a llegar a La Moncloa a José María Aznar y a refundar AP en el PP; y también, más tarde, a que llegara a la Generalitat valenciana, Eduardo Zaplana, que hoy lucha contra una enfermedad grave. Luego no hicieron nada regenerador. Quizás por eso me sentía más acicateado a la responsabilidad.

Pequé, pecamos mucho más de ingenuidad, hasta el romanticismo, que de egoísmo, pues nunca fuimos a colocarnos, como Podemos, sino a desmantelar el sistema. Y no se nos puede acusar, en absoluto, de impostura, pues siempre fuimos –a mucha honra- a pecho descubierto y las manos limpias.

El artículo de Javier Be

negas y Juan Manuel Blanco empieza diciendo: “en las sociedades donde impera la injusticia, hacer lo correcto no sólo no proporciona beneficios, sino que entraña importantes riesgos. Por ello, la mayoría dedica sus esfuerzos a colocarse adecuadamente en el sistema, a alcanzar un lugar destacado en un partido o simplemente un privilegio, no a intentar cambiar las cosas”. Suscribo cada palabra.