Enrique de Diego
El liberalismo es hoy en España un cadáver hediondo, tras haber sido la patente de corso para robar a manos llenas y parasitar como sanguijuelas del Presupuesto. Para defender ariscamente lo privado, mientras se depreda lo público. Una orgía de corrupción adobada de dosis intragables de hipocresía.
Hay, pues, un fracaso práctico del liberalismo patrio, que en términos político-mediáticos ha girado, en monopolio, en torno a Esperanza Aguirre y Federico Jiménez Losantos, al PP y la Comunidad de Madrid y a Libertad Digital y Esradio. Esperanza Aguirre, madre nutricia de todos los corruptos, va emparejada con Francisco Granados, Marjaliza y Púnica, con Ignacio González, Enrique Cerezo y el ático de Estepona, con Gürtel depredando todos los ayuntamientos de la sierra, de manera compulsiva, y con las empresas de su esposo recibiendo cuantiosas subvenciones, sustrayendo la friolera de 3 millones de euros para jugar a Bolsa. Esperanza Aguirre es el saqueo de CajaMadrid, Miguel Blesa, Rodrigo Rato y las tarjetas black, y es el agujero sin fondo de todo latrocinio del Canal de Isabel II. Y toda esa infame depredación hecha con la bandera del liberalismo, como también la ha enarbolado la FAES de José María Aznar, subvencionada al 100%.
Jiménez Losantos, chapoteando en la cloaca
Federico Jiménez Losantos protagonizó el acto central de la campaña de Jesús Sepúlveda al Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón; el PP, Luis Bárcenas, compró 1270 acciones de Libertad Digital por 139.700 euros, con dinero de la caja B (por pedido de Losantos y Recarte, con la mediación de Ángel Acebes); de los 55 millones de euros que el Canal de Isabel II se gastó en publicidad, desde 2006, 1,24 millones fueron a parar a los medios de Losantos. El adalid del libre mercado y expresidente de Libertad Digital, Alberto Recarte, no sólo fue la mano derecha de Miguel Blesa, también dispuso de 139.878 euros de su tarjeta black. Otro conspicuo liberal oficial, como Juan Iranzo, gastó 46.848 euros, incluyendo lencería gruesa, y Rodrigo Rato, otrora referencia liberal, sólo con la tarjeta black gastó 99.000 euros.
El ejemplo práctico de Jesús Gómez Ruiz en Leganés
¿Qué ocurre si un cachorro de Losantos da el salto a la otra trinchera, a la política, de la mano de Esperanza Aguirre, por supuesto? Tenemos la experiencia en el Ayuntamiento de Leganés. El exacalde –recolocado como diputado autonómico- Jesús Gómez Ruiz era y es un losantiano de estricta observancia. En septiembre de 2001 comenzó a trabajar como jefe de Opinión en Libertad Digital, donde escribía textos anarcocapitalistas. En noviembre de 2003 pasó a ser asesor de Esperanza Aguirre. ¿Cuáles fueron sus líneas políticas? ¿Se diferenció en algo su gestión, en cuanto liberal, de cualquier otro miembro de la casta? No, en nada. A lo que se dedicó fue a primar a Libertad Digital. En octubre de 2012 se contabilizó en el Ayuntamiento una factura a favor de Libertad Digital, por 1.815 euros. La contratación de publicidad con ese medio fue superior a seis mil euros. También contrató a otro losantiano, Miquel Roselló, con 400 euros mensuales de las arcas municipales a cambio de que administrara la cuenta de twitter del alcalde, cuestión que es muy dudosa que tuvieran que pagarla los contribuyentes. Y por si fuera poco, su jefa de protocolo, es esposa de Fernando Díaz Villanueva, otro losantiano, que ejerce de anarcocapitalista en la línea de Murray Rothbard y Ayn Rand. Así que tenemos lo habitual en la casta: oficina de colocación y prima a los amigos. Con el agravante de que Jesús Gómez Ruiz es accionista de Libertad Digital, con lo que se dedicó a beneficiar a sus intereses accionariales.
Defensa teórica de lo privado, a veces con posturas delirantes y claramente amorales, como la defensa del turismo sexual con menores o la compraventa de órganos, y vivencia parasitaria de lo público. El liberalismo español es un completo fracaso práctico, un cadáver putrefacto que está reclamando la obra de caridad de enterrarlo.
La degeneración economicista
Pero no sólo es práctico el fracaso, también en el terreno de las ideas el liberalismo ha mostrado carencias muy graves y sensibles. Ciertamente, desde el óbito de sus grandes pensadores –Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Milton Friedman, James Buchanan, Karl Popper– el liberalismo –español e internacional- se ha convertido en un erial, en el banderín de enganche de jóvenes petulantes y trepas.
El liberalismo ha llegado a caer tan bajo, en esa esquizofrenia entre la predica y la conducta, porque carece de ética, porque ha degenerado en un economicismo, en una simple doctrina económica, sin antropología y sin moral, y de ahí devenido la avaricia, la defensa del privilegio, los delirios anarcocapitalistas y el intervencionismo rampante de los oligopolios.
Dos graves fallas: el cosmopolitismo y el individualismo
Hay otras dos carencias intelectuales abrumadoras, que están produciendo importantes destrozos en las sociedades occidentales, contribuyendo al intento de su demolición: el cosmopolitismo y el individualismo. El cosmopolitismo, tan frecuentemente exhibido con fatuidad, es la negación de las Patrias y de las fronteras y, por ende, la desvertebración de las sociedades. Si el multiculturalismo no es estrictamente una propuesta liberal, el liberalismo ha sido incapaz de contrarrestarla, atenazado por el cosmopolitismo; y de ahí ha venido la inmigración invasiva y la generación de sociedades paralelas, a las que el liberalismo no puede dar respuesta, por su exaltación del individualismo.
Las personas no son meros individuos, precisan objetivos comunes
Las personas no son meros individuos, no son versos sueltos, sino que se organizan en sociedades intermedias, en familias, en Patria. Las sociedades, las naciones para sobrevivir no pueden ser, en ningún caso, una yuxtaposición de individuos, sino un esfuerzo común, con objetivos comunes, con una identidad abierta, no esencialista, pero no un magma dislocador, ni menos un mosaico de “comunidades”. Esos objetivos comunes son los que permiten la comunicación entre las personas; en otro caso, nos encontramos con sociedades abocadas al conflicto, en la que los personas son incapaces de madurar porque no hay virtud cívica, no hay altruismo. No hay ni tan siquiera Patria. Las sociedades, para sobrevivir, para ser cohesionadas y pacíficas en su interior, precisan homogeneidad. El crisol de los Estados Unidos, tan cuestionado y fragmentado hoy, con tantos conflictos internos, ha conseguido funcionar por las fuerzas cohesionadoras del patriotismo y de la religión cristiana, de la base cristiana de la sociedad.
Se precisa un gran movimiento identitario
Hay aspectos y líneas del liberalismo clásico que no han de ser despreciados de principio por la patente incoherencia de quienes han detentado su marca, con tal degeneración en sus conductas, pero, en su conjunto, resulta inservible para afrontar los graves problemas de este momento de auténtica encrucijada, cuando no de atolladero, en el devenir humano y, especialmente, en las sociedades occidentales europeas. Se precisa un gran movimiento identitario que recupere la ética y la base cristiana de nuestras sociedades y que devuelva el sentido de Patria a los jóvenes. Una superación del frío, egoísta y estéril individualismo liberal.