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Esperanza Aguirre: Un desastre sin paliativos

Redacción




Rafael Alonso

Han convertido, todos, España en una cloaca hedionda, que es preciso limpiar a la mayor brevedad posible, por decencia, por instinto de supervivencia y por patriotismo. En términos coloquiales, todo cuanto rodea a Esperanza Aguirre apesta a mierda, desde Francisco Granados, a Losantos, el comunicador de la caja B.

Esperanza Aguirre es, desde hace tiempo, un cadáver político, lo único que sucede es que su putrefacción expande ahora un tufo hediondo. Siempre ha sido un bluff, mantenido e inflado a golpe de talonario, con cargo al contribuyente –muy liberal ella, de boquilla-, con un bien   pagado aparato de propaganda. Si se analiza su extenso curriculum político, desde que entrara a través de la Unión Liberal de Pedro Schwartz, se puede observar con facilidad que ha ido siendo aupada por la estructura del partido; es una política profesional en sentido estricto. Fue incapaz de ganar a Rafael Simancas en primera vuelta y sólo el tamayazo, lleno de ramificaciones transversales gurtelianas, le permitió acceder al poder de la Comunidad de Madrid, donde su gestión ha sido un desastre sin paliativos. Eso sí, como la de cualquier presidente autonómico, porque las autonomías nunca debieron existir.

Un observador concienzudo de su trayectoria y actitudes, me dice: “Esperanza Aguirre cuando percibe que algo la puede salpicar, ataca”. Así, se imputa a Ángel Acebes por tirar de la caja B del PP para comprar acciones del chiringuito de Losantos y Esperanza Aguirre propone que se expediente a quien ha estado ligada en el mismo sector de su partido. Tanto entendimiento antiguo para llegar a esa puñalada trapera, con tal de sobrevivir.

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La pretensión de Esperanza Aguirre de aparecer como un regeneradora, último reducto de la limpieza de un partido que ha degenerado –desde hace demasiado tiempo- en una pocilga con ínfulas de mafia, es una estricta impostura que la ha llevado al ridículo y al esperpento. Esperanza Aguirre hoy es una figura ridícula, patética. Lo ha sido siempre, pero ahora se ha puesto en evidencia. Aquello de que fue ella quien desmanteló la trama Gürtel ya era una broma macabra para indigentes mentales o para lacayos tan pervertidos como Losantos. Alberto López Viejo, el exconsejero de Deportes, era quien organizaba –Gürtel puro- las campañas electorales de Esperanza Aguirre (quedándose un tanto de paso). Toda la actividad política de este insufrible bluff se ha hecho con dinero negro y de Gürtel. Ha habido mítines de Esperanza Aguirre pagados por Enrique Ortiz, el capo alicantino que tiene a sueldo a la alcaldesa Sonia Castedo.

La Boadilla del Albondiguilla está en Madrid, como lo está el Pozuelo de Jesús Sepúlveda, o Majadahonda o Guadarrama o Galapagar o toda la zona norte de Madrid, que fue donde se alimentó y creció Gürtel. Esperanza Aguirre es la madre nutricia de Gürtel. Apesta a mierda y no hay perfume que consiga disimular el tufo.

Dicen que la flor de loto crece en las zonas pantanosas y surge, en su esplendor, entre la ponzoña. Esperanza Aguirre, desde luego, no es la flor de loto, ni como metáfora.