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Arabia Saudí: La quiebra del wahabismo

Redacción




Miguel Sempere

Adicta al petróleo –el 90% de sus ingresos dependen del oro negro-, la caída de los precios del crudo ha llevado a Arabia Saudí a una situación de quiebra, con petición de créditos a los bancos y pagos retrasados a proveedores y a través de pagarés. El wahabismo está en crisis.

Cuando en 1934, se descubrieron ingentes reservas de petróleo en la península arábiga, la familia reinante lo presentó como un hecho providencial: la confirmación de la bendición de Alá a la familia Al Saud no sólo como señores de La Meca sino como líderes del sunismo, en nombre de la corriente rigorista del wahabismo, llamados a extender el islam por el mundo. A golpe de talonario irrestricto, los Saud han financiado la construcción de mezquitas por todo el mundo, incluida Europa, y ha pagado a los imames para que prediquen contra Occidente e impongan la sharia.

De ese sustrato, han surgido el salafismo y el invierno integrista, que Obama presentó, de manera desquiciada, como primavera árabe. Y Daesh, generosamente financiado por las petromonarquías del Golfo. Y el mal llamado terrorismo yihadista (para eludir el hecho de que es simplemente musulmán).

Este imperialismo político-religioso (enfrentado a Irán, como potencia chíi), se ha compaginado con el lujo ostentoso de la extensa familia polígama: se calcula en más de 1.000 los jóvenes príncipes Saud mayores de edad y en más de 7.500 los miembros del clan.

Los vanos sueños imperiales de los Saud se resquebrajan. Mohamed bin Salman, ministro de Defensa y príncipe heredero, responsable de la cruenta intervención en el vecino Yemen, ha presentado el plan Vision 2030, que trata de desenganchar a Arabia Saudí de la adicción al petróleo: “tenemos una adicción al petróleo peligrosa porque ha retrasado el desarrollo de otros sectores”. El plan tiene un contenido liberalizador extremo, con privatización de la sanidad y la educación, y con el que se pretende bajar el paro del 11,6 al 7%, aumentar la presencia de la mujer en el mercado laboral, del 22 al 30% y potenciar la aportación de las pymes a la economía del 20 al 35%. La estrella de la corona es la salida a Bolsa de la empresa estatal de hidrocarburos Saudi Aramco, con venta de entre el 2 y el 5% de las acciones.

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Más allá de los datos económicos, se trata de la crisis financiera del wahabismo en el origen del contagio. Arabia Saudí no es sólo una tiranía sanguinaria, que ejerce la pena de muerte con oscura pasión islámica, mediante tribunales religiosos, sin garantía ninguna, también es una sociedad totalitaria altamente ineficiente: el 70% de los saudíes trabajan en el sector estatal, con altos sueldos y horarios cortos; y el otro 30% trabaja en sectores, que dependen de ayudas estatales. La educación es un fracaso sin paliativos: ingenieros, médicos y todo el personal cualificado son extranjeros. También, en situaciones precarias de práctica esclavitud, trabajadores no cualificados extranjeros, entre ellos un millón de cristianos, que no pueden practicar ni pública ni privadamente su fe, pues se exponen a la aplicación de la sharia, vigilada por una intransigente policía religiosa con 50.000 efectivos.

Un plan con muchas posibilidades de fracasar

¿Puede tener éxito el plan? Es muy dudoso. ¿Estamos ante el final de los Saud? En principio, una tiranía si mantiene sus niveles de implacabilidad con deseo de sobrevivir es difícil de derrocar y los verdugos de los Saud hacen brillar sus alfanjes cada viernes en las plazas públicas, tras la oración en las mezquitas. ¿Puede, por ejemplo, aumentarse la participación de la mujer en el mundo laboral, cuando tienen prohibido hasta conducir y no pueden salir de su casa sin el acompañamiento de su esposo? El príncipe heredero juega sobre el papel a ser Margaret Thatcher en una sociedad anquilosada, gobernada mediante el terror y acostumbrada al paternalismo, con educación y sanidad gratis y con energía subvencionada. ¿Puede irse hacia una sociedad abierta o, al menos, hacia una sociedad económicamente libre, manteniendo el rigorismo islamista premedieval? Y ¿es posible mantener la ociosidad y el tren de vida de la prolífica familia Saud?

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Pero ante lo que sí estamos, de seguro, es ante el final de la capacidad financiadora de Arabia Saudí, y del resto de monarquías del Golfo (Qatar pasa por una situación parecida), de la expansión islámica. Cuando el corrupto bon vivant, Juan Carlos de Borbón giró viaje para ver al rey Saud, éste, ante las irrefrenables ansias codiciosas del emérito, le espetó: “estos son malos tiempos para hacer negocio aquí”. El AVE de La Meca a Medina, presentado en su día como la gran aportación de Juan Carlos a la economía nacional, está empantanado, con pagos retrasados desde noviembre.

El wahabismo tiene, financieramente, los días contados. ¿Cómo va a intentar sobrevivir en Europa? Intentando conseguir que sean los Estados los que ocupen el vacío de los Saud. Las asociaciones musulmanas en España ya han empezado su estrategia para que las comunidades autónomas contraten profesores de islamismo para los colegios. Que las víctimas paguen al verdugo parásito.