Luis Bru.
Las palabras de Christine Lagarde en las que llamó a impulsar el euro digital para octubre no son fruto de una idea improvisada. La prensa produce decenas de artículos pero ocultan los hechos verdaderamente trascendentales que están en marcha. El proyecto para estudiar el lanzamiento del euro digital se inició hace dos años, y a su conclusión, Bruselas tiene que decidir si acelera su implantación definitiva. Esta decisión se tomará el próximo otoño, en un ambiente marcado por dotar de independencia a la Unión Europea por la vuelta de Donald Trump. En los documentos publicados por el Banco Central Europeo se específica que los bancos no desaparecerán y seguirán como intermediarios, un papel absolutamente obsoleto en una moneda digital. La economía y la política van de la mano. Con las aplicaciones bancarias, estas calcularán la tasa de huella ambiental de forma automática para cobrar impuestos de forma ineludible. Un peligro que va en aumento dada la implantación de varios ayuntamientos en España de contenedores que solo se abren con una tarjeta personal que facilita la identificación de los usuarios mediante el uso de bolsas numeradas. Los españoles deben oponerse al uso de este tipo de contenedores de forma inmediata, ahora que aún es posible. En el país pionero en este tipo de pagos, China, los lectores ya validan el pago biométrico, con alguna parte del cuerpo. Un método aparejado al crédito social. La censura será más represiva cuando se retenga el dinero por emitir opiniones. Un caldo de cultivo para que nazcan dos clases sociales: la élite, que controlará los mecanismos, y otros. Las expropiaciones a los disidentes serán inmediatas, y mediante la geoubicación por el cruce de datos, la represión física se acrecentará.