Enrique de Diego.
El mundo se ha vuelto loco de remate, laTierra se ha salido de su órbita y gira enloquecida; el mundo se ha salido de sus goznes, sólo así se explica que a usted en vez de darle homenajes y levantarle monumentos, que se le darán y levantrán, la vayan a juzgar y la Fiscalía, perdido el Norte y el Oremus, rota la ligazón entre la ley y la moral, convertida la ciencia en la patraña y la guadaña de los genocidas y los criminales, le pida siete años y medio de cárcel para la enfermera de Santurce que dejó a 404 niños sin vacunar y los padres, ¡oh! suprema impostura y suprema desnatualización, ¡20 años!.
Va a tener usted buena defensa, pues Iustitia Europa la ha asumido con Luis María Pardo. Está en buenas manos. Usted ha salvado a esos niños; les ha salvado la vida y les ha evitado males sin cuento. Es usted la gloria de la enfermería, la única enfermera digna y justa. Como ante Sodoma, Abraham le pide a Dios clemencia, es usted la única justa, la única digna, y por eso sufre usted persecuión por la Justicia, y por eso, ante tanto dolor personal, ante tanto lichamiento inmerecido, es usted bienaventurada.
La única en su profesión que ha hecho caso a la Virgen María que, en Amsterdam, a través de Ida Peerderman, nos daba un consejo apremiante para estos tiempos sombríos: Educadores y padres, protejan a los jóvenes. Es lo que ha hecho usted y por ello merece agradecimeitno, respeto y admiración. Yo se los quiero mostrar infinitos. Gracias. Es usted una lumbrera de la ciencia, una buena enfermera y una santa.