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Carta del Editor: Abc es una escoria woke que está quebrada

Redacción




Enrique de Diego.

He dedicado los mejores años de mi vida profesional al Abc, un periódico conservador, que parecía que por nada del mundo podía cambiar. Entraba todos los días a la Redacción por una antigua sala donde se sentaban los antiguos redactores, encima de una de las sillas ponía Azorín. Allí figuraban lor muertos de la redacción y de los talleres fusilados, martirizados durante la República. Parecería que por los muertos habría una fidelidad que obligaba. No ha sido así.

Empecé en la sección de Cultura y Educación, pasé a Política a la noche y de ahí, el más joven de la sección, pasé al día como jefe de la sección. Fueron años de dura brega, durante el felipismo, y de monumentales exclusivas. Destacaría en cuanto a campañas la que organicé de «No ondea la bandera en Ajuria Enea». Todos los veranos había una «guerra de banderas», cuando me envió una crónica el corresponsal en Vitoria de unas declaraciones del dirigente del PDP, Julen Guimón, que, en el octavo párrafo, declaraba que cómo se iba a respetar la Ley de Banderas cuando la enseña nacional no ondeaba en Ajuria Enea. Titulé con eso, dimos la portada y empezamos una campaña exigiendo que ondeara la bandera en Ajuria Enea.

Arzalluz misteriosamente se puso en contacto con nosotros y pidió que diéramos más caña; tenía pensado sustituir a Carlos Garaicoechea por José Antonio Ardanza, que puso la bandera para la foto y luego la retiró. Pero el director Luis María Ansón cobró por aquella traición artera. según supe años después.

Tuve muchas portadas inspiradas y gloriosas, quizás ninguna como la que llevó el título «Los jóvenes cachorros del centro derecha» que dio el espaldarazo político-mediático a José María Aznar. Allí estaban todos los que luego llegarían al poder, en las escalinatas del Congreso de los Diputados: Rodrigo Rato. Alberto Ruiz Gallardón, Loyola de Palacio, Federico Trillo, etc. Fueron semanas para juntarlos a todos y así salir al paso del empeño de Luis María Anson de recuperar la CEDA, con CiU y el PNV; de nuevo de actualidad con el romo de Alberto Núñez Feijoó.

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De las numerosas exclusivas que conseguimos -tuvimos un topo en la Comisión de Subsecretarios, así que curiosamente Abc daba en primicia la leyes socialistas- de la que me siento más orgulloso fue las tensísimas reuniones en Moncloa entre el vicepresidente Alfonso Guerra y el presidente y vicepresidente del Tribunal Constitucional, Manuel García Pelayo y Jerónimo Arozamena, con la sentencia sobre el caso Rumasa de fondo. Si la sentencia era en Justicia sería a favor de José María Ruiz Mateos y Alfonso Guerra, que había prometido que era «todo el pueblo», cuando fue el inicio de la corrupción en gran escala, bramaba ante los dos juristas que sería la quiebra del Estado. La sentencia fue el voto de calidad del infame y débil Manuel García Pelayo.

¿Cómo la conseguí? Estaba viendo que la competencia nos pisaba noticias que afectaban a la vida privada de los jerarcas socialistas, así que me puse a indagar. Dejé la dirección de la sección en alguien de mi confianza -no, desde luego, en Joaquín Vila, un mediocre trepa, ambisiocillo que se benefiaba a Catalina Luca de Tena- y me lancé a la calle. Pronto supe que las filtraciones salían de los sindicatos policiales, de los escoltas. Sencillo, no. Desde allí salía un río caudaloso de información y la monopolizamos.

En mi etapa como delegado de Abc en Alicante sólo decir que aumentamos las ventas en un 250 por 100.

Ahora Abc no es ni carne ni pescado, no influye nada, no lo lee nadie porque es asquersamente woke. Es de Vocento, de los vascos. La acción vale 7 céntimos, está quebradísimo. Las deudas ascienden a 30 millones de euros, que se deben al Banco de Santander, de la pútrida globalista Ana Patricia Botín, a la que nunca su padre, don Emilio Botín la hubiera puesto al frente del Banco, y del BBVA, que no cobran la deuda, permitendo que siga la farsa maloliente.

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Mi inteligentísimo hijo, Fran me dice que Abc es woke y obedece a la secta gnóstica porque si no se habría extinguido, que su director, un tal Julián Quirós debe estar acostumbrado a un nivel de vida y sabe que si pretende ser algo así como periodista lo pierde; está acostumbrado a ser un lameculos. Al fin y al cabo, Blackrock controla las carteras de publicidad de 19 de las 31 más importantes empresas españolas, Repsol, Iberdrola, Naturgy…Vocento ha sacado una peste de digital deportivo llamado Relevo, que no lee nadie, dedicado a todo lo woke con descaro. Así están las cosas, me dice mi sapientísimo hijo Fran, una lumbrera, un superdotado: fuera del sistema hace mucho frío y se pasa mucha hambre. El quijotismo se paga.

Le respondo que han llegado en la plandemia a infundir terror y a lanzar a los lectores de Abc a una matanza: primero al gerontocidio y luego a la masacre de las timo vacunas. Me responde que el dilema estaba en mentir y provocar el pánico o quedarse sin publicidad y cerrar. Todo funciona en este mundo absurdo y distópico con la lógica infernal de la mentira y el homicidio. El Banco de Santander y el BBVA no les ejecutan la deuda por seguir las consignas woke.

En este deleznable sociedad el periodismo ha muerto, lo que se conoce como tal sirve a la mentira, no sirve a sus lectores, sino que les traiciona completamente, lo mínimo es que sus lectores abandonen esa cloaca globalsta. Pero sigue habiendo sitio para el periodismo como contrapoder, comprometido con la búsqueda de la verdad. Ahí está Rambla Libre para demostrarlo.