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Carta del Editor: Obsesionados con matar a Trump y a todos sus seguidores

Redacción




Enrique de Diego.

Lo terrible y horrendo de un magnicidio -o tentativa- es que se pretende el asesinato de la persona y de todos aquellos a los que representa. Donald Trump, así como en su primer intento de asesinato se salvó por unos milímetros,  milagrosamente, gritó a sus seguidores «¡Luchen! ¡Luchen! ¡Luchen!!, en este segundo su reacción ha sido «¡no me rendiré!».

Los satánicos demócratas no han entendido aún que Donald Trump ha conectado con una corriente profunda del pueblo nortamericano, y del mundial, y que los que le siguen -le seguimos- con fervor seguirían ahí en el caso de que muriera. No asumen que les ha ganado dos veces -la primera contra el partido republicano también, la segunda, hurtada la victoria con clamoroso fraude electoral- y les va ganar la tercera porque conecta con una serie de ideas que han compuesto la grandeza de Estados Unidos y, frente al delirio satánico woke, la sociedad americana no está dispuesta a sucumbir.

Ryan Wesley Routh en el centro de Kiev.

Los dos magnicidas en tentativa, Thomas Matthew Crooks y Ryan Wesley Routh. tienen un perfil de pringados, de tipejos llenos de odio, a los que se puede considerar lobos solitarios, pero nada más lejos de la realidad. Del primero se vendió que sufría acoso en la escuela y luego que cogió su objetivo al azar. Mentiras al peso. Nadie ha dado una explicación convincente a su extraña aparición en un anuncio de Blackrock. Ni de los clarmorosos fallos del Servicio Secreto que se deducen del mincioso minutaje que he reproducido en el capítulo IV de «El virus woke». En el caso de Routh es extraño que Eduardo Domenech, la mascotita de Ana Pastor y de Antonio García Ferreras, se haya apresurado a decir del asesino en tentativa que sus opiniones políticas son «contradictorias» y «disparatadas». Ofrezco aquí documento gráfico contundente posando con el chef globalista de todos los conflictos José Andrés. Y también otra foto en el centro de Kiev. Su camioneta luce una pegatina Biden-Harris. No le ha dado tiempo por la dignitalización a eliminar a demente Biden. Las ideas serán disparatadas porque así son las del partido satánico demócrata y los de su candidata Quemala Harris. Como dice su hijo Oran Routh: mi padre «odia a Trump como cualquier persona razonable».

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Bien, la guerra de Ucrania es un espléndido negocio para Blackrock, para el complejo militar industrial y por las enorme tierras adquiridas a bajo precio por el nefasto fondo de inversiones genocida. Trump prometió en el debate acabar con esa guerra. Debate abrumadoramente ganado por Trump, contra el coro de sapos mediáticos, y como demuestra este atentado. Hay gente muy poderosa que se juega muchos millones de dólares en el envite. Podrían contratar un profesional pero se arriesgan a ser descubiertos, mejor dos pringados. Y satanás pugna, con el esperpento de Quemala Harris, por conquistar el alma de Estados Unidos, pero se va a quedar con las ganas. Trump no se rendirá y sus seguidores no lo harán nunca.

Esta izquierda degneerada y depravada, abortera y pedófila; esta izquierda woke es un pozo de odio camuflada con una leve capa de retórica buenista. Cuando no consigue su objetivo mediante a) la conjura de silencio, b) la ridiculización, c) la criminalización, pasa al asesinato, a la eliminación física, al crimen: George Hayder (Austria), Pim Fortuyn (Holanda), Shinzo Abe (Japón), Jovenel Moïse (Haití), Robert Fico (Eslovaquia) y varios presidentes africanos. Y Jair Bolsonaro (Brasil). Esta izquierda woke es homicida, asesina. Con Donald Trump, después de intentarlo todo en los tres primeros escalones, ha fallado en el cuarto dos veces, no dejarán de intentarlo, pero sólo conseguirán las urnas con Trump. Cada atentado cientos de miles más abren los ojos y se disponen a votar a Trump.