Editorial.
¡Invadid el Vaticano! Decía James A. Buchanan que el pastor que defiende los intereses de su comunidad merece el pago por sus servicios. Evidentemente, Bergoglio y buena parte de su jerarquía, y toda la vaticana, no defiende los interees de su comunidad sino que la pone en peligro, promoviendo una alocada invasión islámica sumamente violenta.
Jorge Mario Bergoglio, el usurpador e impostor, excomulgado latae sententiae desde que manipuló el cónclave y fue puesto por los cardenales apóstatas de la mafia de San Galo, vendido a los poderes globalistas, principal propagandista de la letal timo vacuna, capellán de la agenda 2030 a la que llegó a presentar en la inmundicia de la ONU, es un esputo de satán a su servicio de sus intereses genocidas de la especie, especialmente de la raza blanca cristiana.
El Vaticano, institución inmunda, masónica y satánica, es una excrecencia del renacimiento y de la edad media que está fuera de lugar. La existencia de un Estado con soberanía propia contradice el principio de Cristo de que su reino no es de este mundo. En la medida en que se ha vuelto contra la supervivencia de sus feligreses el Vaticano ha de ser invadido.
No planteamos una medida provocativa, ni establecemos una profecía, simplemente somos visionarioos de una medida que se debía haber adoptado hace tiempo, que tuvo sentido en los avatares de la historia, pero que ahora se hace urgente. No son los enemigos de la Iglesia los que han de hacerlo, sino los católicos fieles los que han de deponer a Jorge Mario Bergoglio y a su pútrida secta bergogliana.
Giorgia Meloni está obligada a invadir los Estados pontificios. Necesita una pequeña fuerza, dos compañías de carbineri o una de bersaglieri para desarmar y licenciar a la guardia suiza. El Vaticano debe volver a ser Italia.
Este escándalo no debe durar más. Se perpetra en nombre de Cristo sacrílegamente. Bergoglio debe ser depuesto y tirado al primer vertedero.