Editorial.
La decisión de Santiago Abascal de romper los acuerdos de gobierno en las seis autonomías que el PP detenta el poder gracias a su apoyo está plenamente justificada y el culpable de la medida no es otro que el psicópata globalista Alberto Núñez Feijoó, que llevaba timepo escenificando lo que algunos llaman ya el «PSOE azul», firmando pactos con el autócrata Pedro Sánchez, en horas muy bajas.
Feijoó con fatua prepotencia venía trasladando a España el gobierno de coalición que impera en Bruselas y ha llegado a la desfachatez de establecer un acuerdo para el reparto de menas, en el que no entra Cataluña, en las autonomías gobernadas por el PP, en un ambiente de desmerecimiento hacia Vox, calificándolo como el infame Jesús Álvarez Mañueco de «órdago de mus» o teniendo que soportar las diatribas de un Juan Manuel Moreno Bonilla diciendo que acogerán a 30, 300, 3.000 y 300.000, tomando a los andaluces por el pito de un sereno.
La oposición al reparto de los menas es consecuencia de su actitud favorable al delito y las violaciones, con total sentido de impunidad. Nadie se inventa nada. Ahí está el ejemplo de El Vellón, en Madrid, pueblo votante mayoritariamente al PP, y que protesta porque les han traído a una pnadilla de delicuentes, que actúan en jaurías. El interés mnipulador de los peperos de presentarlos como niños y niñas -no hay nada que se parezca a una niña- choca duramente con la realidad pues la mayoría no son menas, sino que superan ampliamente los 18 años.
Santiago Abascal ha acertado en su decisión. Juan Luis Gallardo ya dijo que si se les obligaba a elegir entre la honra y los barcos que nadie dudara que optarían por la honra. Los gobiernos del PP no merecen ninguna lealtad. Si son incapaces de anteponer a la seguridad de sus ciudadanos por falsas razones globalistas a favor de la invasión de España esos gobiernos deben ser arrumbados y se debe ir hacia la convocatoria anticipada de elecciones.
Queremos ver el principio del fin del fatuo globalista Alberto Núñez Feijoó.