Enrique de Diego.
Pedro Sánchez está jugando con fuego y se va a quemar, y con él todo el PSOE en un incendio pavoroso. La situación ha estallado antes de los esperado e incluso de lo previsible por donde menos se esperaba, por un patriota llamado Jaime del Burgo, un hombre del limes, de la frontera con el separatismo, de Navarra, Pamplona, ahora entregada por Pedro Sánchez a Bildu, a los «asesinos», hijo de Jaime Ignacio del Burgo, primer presidente de la comunidad foral, cuya identidad española defendió en toda su trayectoria política.
Jaime del Burgo, con su infancia y juventud está marcada por el terrorismo de ETA que azotó a España, y especialmente a Vascongadas y a Navarra, siempre en las apetencias devastadoras y devoradoras del separatismo vasco, destaca, en su nueva ofensiva, en su nuevo ataque, el libro de su querido padre «Los falsarios» y lo califica de visionario.
Culpa de la situación también a Felpudo, y a Juan Carlos, a los que compara con Carlos IV y Fernando VII, los dos borbones más nefastos y traidores, pues mientras el pueblo español se desangraba en lucha contra los ejércitos de Napoleón, ellos eran sus huéspedes y le felicitaban por sus victorias. Lamentable. Felpudo, considera él. podía haber hecho más, decirle a Pedro Sánchez: «si Sánchez me traes un gobierno sin asesinos» o que se hubiera puesto de acuerdo con Alberto Núñez Feijoó, como mandaba la hora crítica de la Patria, pero para eso se hubieran necesitado dos estadistas, que no lo son, solamente son petimetres de la partidocracia, buscando a un tercero, si era preciso, a una personalidad independiente.
Pero Felpudo piensa que es mejor gobernar con los socialistas, como opinaba ciegamente su padres, por aquello de la pesada legitimidad franquista. Así que sitúa a Felpudo en el frente de los culpables, con buenas y sólidas razones, y lo va calcinar, va a hacer todo lo posible para ello y a fe que lo está consiguiendo, sacando a relucir su espléndida cornamenta.