Ay, mi amor, me protege tu pashmina
Y me pone y me calienta la vagina,
Con tu pashmina, estoy más caliente que una olla en la cocina.
Hicieron planes los amantes de dejar de ser ella princesa,
Irse a vivir a la gran manzana de Nueva York
(allí podía hace estragos al por mayor)
Y tener otro hijo por maternidad subrogada,
Que es no poco misterio el porqué de esta guarrada.
Pero luego dio en pensar, la mujer del quesero ¿qué será?
Y la mujer del Felpudo ¿Qué será?
“no podemos volver a vernos”, le dijo al tercero.
Y se marchó con viento fresco el sobrero
Y no hubo fuga romántica a Nueva York,
Que por el interés te quiero Andrés, dijo a Felpudo.
Y con Telma, para echar más morbo, el quesero se casó,
De modo que la monumental cornamenta de Felpudo
se la puso su cuñado; todo queda en casa, apañado.
Satinizia se compró libros satánicos, desbocada,
Dio el premio princesa de Asturias a la bruja más horrenda
Y apostó por las élites que a satán alaban,
Se apuntó a promocionar la timo vacunación y toda la agenda
Incluida la burda patraña del cambio climático,
Y el Felpudo hizo lo mismo, y poniéndose enigmático,
Se sumó, el cornudo, a la veinte treinta.
Entonces Jaime Peñainfiel sacó el bombazo
De la pasión escondida con del Burgo en El Latigazo.
Por menos, Enrique VIII le cortó la cabeza a Ana Bolena,
por poner en duda la paternidad de las nenas.
Pero, como hemos avanzado, Cornudo a la adúltera ha perdonado.
Desde aquí le recomiendo que busque a Leonor profesión,
Que ya está bien vivir del cuento, que se acabó lo de Borbón.