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Metaverso e Internet 3.0: ¿Por qué Facebook y Mark Zuckerberg quieren controlarlo?

Alexander Markovics




Este artículo es un extracto del libro Biopolítica, transhumanismo y globalización de Alexander Markovics publicado por Letras Inquietas

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Su presentación del 28 de octubre de 2021 parece una película de ciencia ficción: el jefe de Meta (antes Facebook), Mark Zuckerberg, nos lleva durante 11 minutos a un nuevo mundo, el Metaverso, en el que podemos ir a la oficina virtual desde el salón de casa con unas gafas de realidad virtual, reunirnos con nuestros amigos de México en casa a través de In-ternet para enseñarles las fotos de nuestras vacaciones y comprar zapatos en Zalando (N. del T.: conocida tienda alemana de venta en línea de zapatos y moda) directamente desde el sofá. Parece un villano de James Bond que quiere hacerse con el dominio del mundo virtual. Su visión: en lugar de quedar limitados a deslizarnos por el smartphone, debemos sumergirnos en un mundo creado y controlado totalmente por él.

A más tardar desde esta presentación, el término Metaverso está en boca de todos: empresas internacionales e incluso estados compran terrenos en mundos virtuales, Nike y Adidas venden zapatillas deportivas virtuales en forma de NFT (tokens o unidades de valor no fungible). Pero, ¿qué es en realidad este Metaverso, quién se beneficia de él y por qué encaja maravillosamente en las visiones de los transhumanistas?

En primer lugar, el Metaverso trata de diferentes mundos virtuales que forman un universo digital paralelo y que se supone que sustituirán por completo nuestro uso de Internet. Al Internet 2.0 de las redes sociales, como Facebook e Instagram, le sigue ahora el Internet 3.0 del Metaverso. Se trata de mundos 3D interactivos y dinámicos en los que po-demos sumergirnos. Los nombres de estos «países» o planetas en el Metaverso son Decentraland, Sandbox y Axis Infinity.

Análogo al videojuego Second Life, que salió a la venta en 2003, el Metaverso ofrece una segunda vida en un mundo virtual paralelo, donde se puede hacer todo lo que se puede hacer en la vida normal y más. Podemos conocer a nuestros amigos del otro lado del mundo, sumergirnos en mundos de fantasía y conocer criaturas míticas, competir, luchar e incluso tener sexo virtual. Los humanos se fusionan con la máquina en el proceso. El metaverso es ya una industria potencialmente enorme, que generará ingresos de 85 millones de dólares sólo en enero de 2022.

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El mayor fondo de criptomonedas, Grayscale Invest, ve incluso un potencial de facturación de 1 billón de dólares al año en los mundos virtuales. En consecuencia, es lógico que el gigante Meta, que domina Internet 2.0, no quiera salir perdiendo y quiera también un trozo del pastel de Internet 3.0. Criptomonedas como Mana, que pertenecen al mundo Decentraland, pero también otras criptomonedas y NFT juegan un papel importante en el establecimiento de estos nuevos mundos. Para muchas empresas internacionales, el Metaverso representa un El Dorado, una mina de oro en un mundo aún sin explotar, sólo que esta vez no son los estados individuales los que están colonizando estos mundos, sino empresas multinacionales como Meta, Alphabet y Microsoft.

El hecho de que Zuckerberg esté dando tanto bombo a Internet 3.0 en estos momentos no se debe únicamente a su potencial económico, ya que su empresa ha sido muy criticada por las violaciones de la protección de datos, la censura y también por los efectos nocivos, ya demostrados, de las redes sociales en la psique de los jóvenes (por ejemplo, en el caso de Instagram). Esto ha llegado hasta el punto de que los Estados Unidos y la Unión Europea han amenazado con disolver la empresa Facebook. Pero los expertos en realidad virtual quieren seguir adelante: en 2100, pasaremos el 90% de nuestras horas de vigilia en mundos virtuales. Esta visión encaja a la perfección con los nuevos planes de los transhumanistas y el Foro Económico Mundial, según informó Deutsche Stimme, que no sólo quieren trasladar el trabajo humano a la virtualidad y sustituirlo por máquinas como parte de la Revolución Industrial 4.0, sino que también quieren someter nuestro com-portamiento de consumo y movilidad a un control total para «detener el cambio climático». Klaus Schwab habla en su programa de no poseer nada y ser feliz: con la realidad sustitutiva del Metaverso, esta distopía será sin duda más fácil de aplicar que sin ella.

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A los críticos les gusta decir que esto es vino viejo en odres nuevos. Por ejemplo, el gigante de los videojuegos Nintendo ya había lanzado una consola de realidad virtual en 1995, que, sin embargo, causó náuseas entre los jugadores debido a la inmadurez de la tecnología y fracasó totalmente desde el punto de vista económico. Incluso hoy en día, muchos usuarios sufren el llamado mareo tras una inmersión prolongada en la realidad virtual. Second Life sigue existiendo, pero se ha convertido cada vez más en un patio de recreo para pervertidos como pedófilos y avatares secuestrados.

En resumen, el Metaverso es un desarrollo peligroso que es casi una realización de la distopía de la película Matrix, sólo que es participado voluntariamente por muchos, acelerado por la pandemia del coronavirus. Entonces, ¿qué hacer frente a la virtualidad? Una respuesta al metaverso sólo puede estar en el retorno a la comunidad, a la verdadera camaradería, al mundo y a Dios. El aprendizaje de un oficio real y las actividades comunitarias son la respuesta a un mundo ficticio de simulaciones que lleva a los abismos demoníacos del hombre a nuevas cotas. Reconectar con el cielo y la trascendencia nos da la oportunidad de vivir vidas virtuosas y no con-vertirnos en esclavos de nuestras fantasías y bajos instintos. Debemos tener cuidado con la forma en que pasamos nuestro tiempo libre y a qué entretenimientos nos exponemos, porque todo esto tiene un impacto directo en nuestra vida anímica y nuestra salud mental.

Este artículo es un extracto del libro Biopolítica, transhumanismo y globalización de Alexander Markovics publicado por Letras Inquietas

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