Enrique de Diego.
Los traidores nobles escoceses buscan su propio interés y William Wallace, el héroe de Braveheart, se encara con ellos y les espeta: Dios os ha hecho nobles para que deis protección al pueblo. Eso que llaman las élites, que parecen salidas de una lúgubre covacha, no están cumpliendo su misión y actúan más degeneradamente que los nobles escoceses de la película-
He contado en más de una ocasión, la anécdota de ni desayuno en el Hotel Intercontinental con Eduardo Zaplana, ya de directivo de Telefónica, cuando tuve interés en saber si las empresas del Ibex iban a defender a las clases medias del expolio ya que era sus clientes, y la respuesta fue negativa: los intereses económicos están tan imbricados con los políticos que todos participan de un orden moral. Pero lo que me dejó helado fue su afirmación, la tengo grabada en mi mente porque me martillea: «las dos veces anteriores se llevó a la gente a las trincheras y ahora no se sabe qué hacer». Referencia a que los arriba, los adinerados, los codiciosos en su fatua megalomanía estaban pensando en reducir y eliminar población. Pobre Zaplana, ¡no había aprendido nada y se había convertido en un pozo de mierda!
Las dos referencias, la de ficción y la de la penosa realidad, son a propósito de la compra de Elon Musk de Twitter, que se produce dentro de un contexto. Recomiendo la lector que mire y tome nota del deterioro en Oregón de Koe Biden y del Partido Demócrata. O que contemple el varapalo de Ron DeSantis a la pedófila Disney y al hundimiento de Netflix. O que observe la manifestación en Vancouver pidiendo que «arresten de inmediato a Bill Gates». Signos manifiestos de cambios. Ya no engañan a nadie: se ha practicado un genocidio.
Ese crimen horrendo -basta ver los 1.538 efectos adversos comunicados por Pfizer a la FDA o el descubrimiento de que Moderna patentó el coronavirus antes de que fuera conocido o las similitudes de la inyección letal con el veneno de la cobra real- va a exigir depuración por su crueldad, más pronto que tarde, ya es imparable. ¡Ay de los que han participado en él, de los que lo han ejecutado! El globalismo asesino ha sido derrotado y aunque el mal no descansa su fin está próximo.
Tiene lógica que de esos noble actuales -tanto tienes, tanto vales, dice un refrán castellano, no muy moral- uno haya decidido poner tierra de por medio y ponerse del lado del bien. Al fin y al cabo, no tiene sentido la respuesta de Zaplana, aventando lo que se cocía entre sus amos que le permitían corromperse, porque a la postre eliminar población es eliminar clientes y buscarse la ruina de los inversores. Si Elon Musk quiere vender sus coches eléctricos no puede estar exterminando clientes.
Elon Musk es un globalista más, que ha estado jugando peligrosamente con el transhumanismo, que ha recibido fondos públicos para amasar su inmensa fortuna. Pero ha cambiado de bando. Cuando se puso en marcha el genocidio, y todos los dirigentes occidentales participaron en el crimen horrendo como auténticos psicópatas, y los medios de comunicación traicionaros a la gente, a la pobre gente, los despiertos acudimos con urgencia a las redes sociales y también habían sido copadas. Nos aferramos a la libertad de expresión como los náufragos a la tabla y las big tech, a las que los ciudadanos habíamos hecho grandes, estaban el complot y nos trataban como disidentes a los que cazar. ¡Cómo hemos tenido que sufrir la censura, lisa y llana! De Twitter, por supuesto. De Facebook, con sus malditos verificadores. La resistencia se tuvo que montar en Gab, bendita sea, en Telegram, en Tiktok. O resistir en webs con Rambla Libre cuyos servidores están alojados en lugar seguro.
La situación ha llegado a ser tan asfixiante que la compra de Twitter es recibida como un gesto liberador, y lo es, preanuncio de otras liberaciones en cadena. Por de pronto, a Rambla Libre el monopolio publicitario de Google, Google Adense, nos ha cancelado la publicidad por no respetar las normas de su comunidad, que me da grima reproducirlas: 1) cuestionar la victoria de Biden; 2) poner más que en duda las malditas y mil veces malditas vacunas; 3) poner en duda el timo climático.
Elon Musk se ha redescubierto libertariano y sensato, en una serie de declaraciones en cascada: poniendo en solfa la pedofilia de Unicef; afirmando que la hecatombe de Netflix ha sido porque el «virus progre» la ha hecho «imposible de ver»; manifestando que «el nuevo orden mundial quiere despoblar el planeta»; reivindicando la libertad de expresión en Twitter; ridiculizando a Bill Gates y poniéndole en su sitio como hipócrita`y falsario.
A Elon Musk le van a hacer la vida muy difícil los anteriormente suyos. No se cambia de bando al de la Libertad sin costes, pero es evidente que tiene riñón para soportar los embates. La libertad de expresión es como el oxígeno, sin él no se puede vivir. Sea por idealismo o por pragmatismo, o por ambas cosas a la vez, Elon Musk es hoy, con todas las prevenciones, de los nuestros, llamado a poner en solfa todo el tinglado montado por Bill Gates, la OMS. Black Rock y Silicon Valley. ¡Bienvenido al campo de la Libertad! ¡Que tengas muchos éxitos!