Enrique de Diego.
Lo que se dispone a hacer hoy Norberto Garrido, un vacunazi desorejado, no tiene perdón de Dios y alegrará sobremanera al diablo. Las sombras del satanismo se extienden y cubren desde hoy el Colegio de la Compañía de Jesús que tiene en Vistahermosa, Alicante, y que hoy se llena de inmundicia, podredumbre y mierda. Hoy es una pocilga inmunda a la que inundan las vaharadas fétidas del infierno, vendiendo la sangre infantil por menos de treinta monedas, por unas miserables subvenciones, por las que Garrido mata y se queda más largo que ancho, sin problemas de conciencia, sin escrúpulos morales, cual si fuera un psicópata.
Al servicio del sistema, confina las clases sin motivo, para justificar su falta de conciencia y organizar el pánico. Si no es satanista lo parece. Le entrevista el provocador Salvador Sostres y le dice: «El mal avanza porque el diablo existe» y responde, sin principios de anclaje, «hay que vivir la evolución del mundo. Si te anclas, permaneces oscuro», como un asqueroso modernista o como el inefable Groucho Marx: tengo unos principios pero si no le gustan, tengo otros. Luego vendrán las miocarditis, las pericarditis, las esterilizaciones en masa y las muertes y las explicaciones de Garrido a los padres manipulados y desinformados, atribulados por la suerte de sus vástagos, de la prole a la que no supieron, en su egoísmo, en su dejadez, cuidar.
Hoy se inmolan a la servicia, en auténtico sacrificio humano, los niños de jesuitas en el pútrido «acto de amor» que dice Bergoglio, el cojón del Anticristo. No han tenido bastante con lo sucedido en Loyola, la casa madre, donde han muerto cuatro venerables miembros de la Compañía de Jesús, hoy entregada a satanás, que van a por todas al dictado de Bill Gilipuertas.