Editorial.
Aunque parezca mentira, un mal sueño, el mundo del toro está al borde de la extinción. Más de 150.000 trabajadores dependen del toro, ganaderías, tauromaquia. En la tierra de Federico García Lorca ya no se canta a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. La izquierda que nos gobierna ha quedado atrapada en la pseudoideología animalista. No se trata de ninguna broma macabra, si no se establece un plan urgente de salvación del mundo del toro, ese mundo se va a extinguir. Tradicionalmente, la izquierda no ha tenido nada contra los toros, sobre todo en Andalucía los aficionados son de todas las ideologías, pero la izquierda oficial ha encontrado en la posición contraria a los toros una ideología de sustitución que, junto a la crisis general provocada por la pésima gestión del Gobierno de la pandemia, corre el peligro de acabar con la fiesta nacional, con el descalabro económico que ello supone y el sufrimiento que va a provocar en todas esas familias, a las que el Gobierno ha sentenciado a muerte.
Si hace unas décadas, en el extranjero se pensaba en España como una nación en la que todos éramos toreros, ahora la realidad, deseada por el gobierno social-comunista, va a hacer que sea una nación sin toreros, y en el que el único toro sea e de Osborne. Porque los animalistas, y el Gobierno plegado a sus estúpidos dicterios, nunca tienen en cuenta que la belleza del toro de lidia se recorta en nuestras dehesas con la única finalidad de ser parte de ese hermoso espectáculo que son las corridas de toros.
El mundo del toro es un activo económico y turístico. Hay trece millones de chinos que siguen las corridas con pasión y TVE rechaza retransmitir las corridas. Pueden ser, por el camino que vamos, que hayan sido los últimos sanfermines, que un Ernest Hemingway moderno sea impensable, que un Orson Welles lo sea igualmente. El mundo del toro debe tener las ayudas públicas como cualquier otra actividad económica, que le ayude a atravesar la crisis. Es un imperativo de justicia. Porque unos niñatos urbanícolas se consideren portavoces del toro y su sufrimiento no pueden imponer sus dictados a todos. Podemos ha cogido la obsesión antitaurina como un elemento clave de su discurso o de su falta de discurso.
La actuación días pasados en Toledo contra la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, sólo puede entenderse por la inmensa, infinita frustración que siente el mundo del toro que ni siquiera es escuchado, como si la ministra, los podemitas y a su rebufo los socialistas festejaran la extinción del mundo taurino, su muerte por asfixia. No está de más recordar que Yolanda Díez es la introductora en España de los escraches y que estos tuvieron una obsesión antitaurina, Están jugando con la vida de la gente, con la economía de las familias, de la manera más frívola e irresponsable. No todos son toreros de primera fila, muchos no pueden aguantar el asedio al que son sometidos por la izquierda, muchos están abocados al hambre, ellos y sus hijos, sus familias, por la confluencia de la pandemia y la ideología. El mundo del toro no merece el trato que se le da, merece ser escuchado y atendido en sus justas reivindicaciones. El mundo del toro va a morir porque así lo ha decidido el Gobierno. Es una tragedia nacional.