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«Casta parasitaria»: Mi libro que encandiló al parásito Pablo Iglesias, máximo exponente de la casta

Redacción




Enrique de Diego.

En 2008, publiqué «Casta parasitaria», la primera vez que se da carta de naturaleza al término, y llevó un subtituló altamente significativo: «La transición como desastre nacional», porque eso es lo que fue y lo que ha sido y es: un desastre sin paliativos».

En 2014, un «politólogo», es decir, nada, la nada más vacía, hizo su exitosa campaña al Parlamento Europeo articulando su discurso en torno al término «casta»; es decir, copiándome a mi y no teniendo el mínimo rigor intelectual y la decencia de citarme. Mala señal. El término siendo central unos años más hasta que desapareció; el hijo del terrorista del FRAP, era ya casta y de la peor especie, hoy en día, máximo exponente, como vicepresidente y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, lo primero no existe y lo segundo es una fecha mítica para las élites más capitalistas y amorales y concretamente para Soros. Y, caso de nepotismo sin parangón en los anales, su amante, Irene Montero, madre de sus tres hijos, con «un proyecto de familia» que aún no ha concretado, de ministra de Igualdad, un Ministerio que no debía existir.

Todo el partido de Podemos buscaba integrarse en la casta pura y dura a base mentiras, como la de llamar a los demás casta o corear «no nos representan», para que les hicieran un sitio a ellos, lo más grande posible. A los egresados de las mal llamadas facultades de ciencias sociales, que por no tener sitio en la sociedad, se dedican a generar problemas que no existen. Por profilaxis social, esas facultades deben ser cerradas. Nadie necesita un psicólogo, un sociólogo o un politólogo de urgencia; nadie los necesita para nada. Aún cubierto el vacío dejado por los sacerdotes, son los «nuevos clérigos».

Si hubiera tenido conocimiento de lo que iba a venir, el libro hubiera girado en torno a Pablo Iglesias y a Irene Montero, esa cajero de supermercado, que el único oficio digno que ha tenido. Pablo Iglesias ha unida la aspiración a ser casta cualquier precio a una ristra mentiras y manipulaciones. Primero, fue el ataque a los políticos que se alejan de la gente yéndose a vivir a urbanizaciones de lujo; ahí está su mansión de La Navata, en Galapagar; que no cambiaría de barrio, en una memorable entrevista de Ana Rosa Quintana, en la que la tomó el pelo hasta decir basta; criticó a Luis de Guindos por lo que luego hizo él; sintomáticamente dejó de utilizar casta, no se iba a insultar a sí mismo y ha ido cambiando los criterios económicos respecto a los sueldos en Unidas Podemos a medida que cobraba más. Un jeta y un falsario, Veremos en qué quedan los ERTEs y la renta mínima, si se cobran o no, si hay un embrollo burocrático, en cuyo caso nos espera un otoño caliente.

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Gobernaba cuando salió «Casta parasitaria» José Luis Rodríguez Zapatero, ahora corrupto a gran escala en Venezuela, nombró a dos rutilantes ministras y aprovechando la ignorancia y el desconocimiento de las gentes, presentó a la joven ministra Bibiana Aído como «una luchadora y una persona tenaz» y a Leyre Pajín como «una mujer hecha a sí misma desde la Universidad». Nada más lejos de la realidad, ambas eran el fruto o la consecuencia de la influencia de sus padres. Leyre era hija del secretario general del PSOE de Benidorm, José María Pajín y la Aído hija del alcalde de Alcalá de los Gazules, cabeza del ‘clan de los Gazules’, Francisco Aído, uno de los más peso e influencia en el socialismo andaluz. Ambas han obtenido relevantes posiciones en el concierto internacional y parece que Leyre Pajín ha sido la auténtica asesora «científica» en el confinamiento en el coronavirus.

Era volver al Antiguo Régimen, a la sociedad estamental donde los hijos heredan los puestos de los padres; una nueva aristocracia. «La clase política española está degenerando hacia casta parasitaria. Esta evolución degradante tiene su origen histórico en los errores de la transición, en la hiperinflación política del insostenible Estado autonómico y en el modelo burocratizado y oligárquico impuesto por las listas cerradas y bloqueadas y por la financiación a costa del contribuyente de las estructuras partidarias».

Bibiana Aído.

«Una clase política se constituye en casta cuando se autoregenera, cuando el cierre sobre sí misma llega a la selección interna de sus miembros; al relevo generacional o a la simple adicción, de modo que la pertenencia se torna excluyente y hereditaria. Clase política es la profesionalización de la política; casta es aristocracia burocrática; un grado más. La clase política expolia a las clases medias; la casta propende al dominio» y conlleva procesos totalitarios de ingeniería social. Es la tendencia al caciquismo y a la oligarquización, bajo, «lo que con pleno acierto, ha descrito el profesor Ramón Peralta como cúpulocracia». De modo que hay tres tercios en los parlamentarios: «uno, los que desarrollan actividad parlamentaria, los que han sido incluidos en las listas para ser liberados de modo que puedan tener dedicación plena a las labores internas del partido y, por último, el tercio de los que no deben molestar».

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La casta es parasitaria, sólo ella tiene futuro, sólo sus hijos lo tienen, a costa de los de los demás. La casta parasitaria ha llevado a la ruina de la nación y al colapso del Estado de partidos.

Casta parasitaria. La transición como desastre nacional. Enrique de Diego, Madrid, 2008, Editorial Rambla, 144 páginas.