“el 8-M era un día de gloria personal y de lanzamiento del controvertido anteproyecto de ley de Igualdad Sexual. Era una jornada de insoslayable movilización”.
A ese objetivo ineludible de garantizar la ‘gloria personal’ de la ministra morada habría prestado su “connivencia” incluso el epidemiólogo Fernando Simón, director desde 2012 del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz sanitario en la crisis del coronavirus, que dijo la víspera del ‘sábado de gloria’: “Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación del 8-M, le diré que haga lo que quiera”.
Reprocha, pues, Zarzalejos a Montero, y de paso a Simón, su negativa a “reconocer que la obligación gubernamental consistía en prohibir todos los actos deportivos, todas las concentraciones políticas y, entre otras, la manifestación feminista del 8-M”. Sustenta el periodista su grave acusación –coincidente esta vez con el PP y Vox– en las sucesivas advertencias de la Organización Mundial de la Salud declarando “emergencia mundial ante la expansión del virus” (El País, 31 de enero) o alertando al mundo de que “se prepare para una pandemia” (El País, 25 de febrero), y aun en los propios planes del Ministerio de Sanidad, que el 3 de marzo –víspera de la primera muerte por coronavirus, en Valencia– ya estudiaba “limitar los actos públicos en los focos del virus”.
La réplica la firma Antonio Avendaño y señala que «en ninguna de las advertencias de la OMS citadas por el periodista figura la prohibición expresa de concentraciones». Depende la prudencia de los políticos y los españoles fueron imprudentes en grado sumo. Y ahí están infectadas Irene Montero, Carolina Darias, Begoña Gómez y la madre de Pedro Sánchez, y la multitud de mujeres anónimas que ayudaron a propagar la pandemia.
Zarzalejos interpela a Montero y al Gobierno de Sánchez, quienes estarían “faltando a la verdad” al no admitir lo temerario e irresponsable de su conducta: “¿No leyeron los periódicos?, ¿o vivían en otra galaxia?, ¿o los expertos no les dijeron la verdad porque les temían o les ignoraban?”. Este asunto, sentencia el analista, “no es político, ni ideológico, ni tiene nada que ver con el feminismo, sino con una cuestión de orden ético, cívico y democrático”.
Zarzalejos da, además, cobertura filosófica a sus reproches con esta oportuna cita de Hanna Arendt: «Las mentiras resultan a menudo mucho más verosímiles, más atractivas para la razón, que la realidad, porque quien miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia desea o espera oír”.
Para Avendaño «su tesis tiene en realidad mucho más de verosímil que de verdadera, pues lo que se infiere de ella es, por ejemplo, algo tan moralmente repulsivo como que un padre llamado Fernando Simón es capaz de poner en riesgo la salud de su propio hijo solo por no desairar a una ministra; o algo políticamente tan inmundo como que un Gobierno es capaz de poner en riesgo la salud de todo un país solo por quedar bien con una franja determinada de sus votantes». Los dos asertos son totalmente ciertos: Fernando Simón es capaz de poner en riesgo la salud de su hijo por no desairar a la ministra, y por mantener el puesto, y el Gobierno ha sido capaz de poner en riesgo la salud de todos por quedar bien con una franja determinada de votantes; concretamente, las feministas.
«El problema del artículo de Zarzalejos es que culpa a Montero y a Simón no de haber cometido un error, sino de haber cometido una negligencia, es decir, de no haber hecho aquello que sabían que debían hacer».
Nada ofende más que la verdad y Zarzalejos acierta y aún se queda corto. El feminismo no sólo es su caladero de voto más nutrido, con sus corolarios de aborto y ataque a la maternidad; sino que también es la última tabla de salvación de ese náufrago que es el socialismo. Es un sustituto de la religión en una ideología aparentemente agnóstica, además de un mudos vivendi, porque está altamente subvencionado. En los días previos Cristina Almeida dijo expresamente que el coronavirus mata más que el machismo y esa fue la consigna en la manifestación, porque el heteropatriarcado, que es un imaginario creado por el detritus del socialismo. Y también los días anteriores vinieron marcados por el empeño de la ministra de Igualdad -sacerdotisa del nueva religión- de capitalizar el 8 M con la Ley de Libertad Sexual. Todo indica un empeño religioso o, púdicamente, denominado ideológico.
En realidad, lo que ha demostrado el feminismo es ser una superstición porque se creyeron imunes al virus, en nombre de su pretendida superioridad moral. Y se ha mostrado especialmente débil a los ataques de un virus microcóspico. Zarzalejos tiene razón: el gobierno y la ministra han sido negligentes.