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Losantos, mentiroso patológico (3): El lameculos mayor del reino afirma que “no trato a los políticos, sólo un poco a Aznar”

Redacción




Enrique de Diego.

En la sarta de mentiras que evacuó Federico Calamidad en el programa de masaje “Tu dinero nunca duerme” la que superó todos los límites y batió todos los récords fue cuando dijo, sin que le temblara su apagada voz, “yo no trato a los políticos. Al único que he tratado un poco ha sido a Aznar y ha sido un error”. Desde Múnchhausen no había habido un mentiroso mayor.

Las mentiras de Losantos son rotundas, dichas con impávida desvergüenza. Tratan de desarmar al oyente desinformado. Ahora esas mentiras las dice con tono apagado y cenital, pero ha perfeccionado su relativismo y son más groseras, enormes, inconmensurables. Este pequeño egocéntrico de hecho ha pasado por los oficios más indignos de la comunicación hasta ejercer sin reparo cierta prostitución mediática, siempre a la búsqueda del quid pro quo. Su servilismo siempre ha sido mercantilista, ha tenido un precio, ha buscado un beneficio, hasta no importarle para ello chapotear jubiloso en las más negras cloacas políticas.

La foto que abre este artículo es suficientemente significativa y representa un mentís completo a esa reinvención como personaje independiente que abomina de los políticos. Un más joven Losantos presenta su libro «La última salida de Azaña», flanqueado por José Barrionuevo, exministro el Interior de los GAL, y José María Aznar. Losantos desembarcó en la derecha, tras su abjuración teórica del comunismo, en la praxis ha seguido siendo el último bolchevique, proponiendo que la derecha liderara la legalización del aborto sin ninguna cortapisa, como un derecho. Colocaba como referencia a Simone Veil y puede ser situado como un prionero, precedente de José Luis Rodríguez Zapatero y Bibiana Aído. Escribía, entre el anticlericalismo mostrenco y la degeneración bastarda, que le ponía masturbarse viendo monjas en la televisión vaticana.

Losantos se ha reiventado varias veces, coleccionando siempre una buena ristra de mentiras. Miente más que tinta echa el calamar. Sobre Aznar ejerció una influencia corruptora. La corrupción ideológica de la derecha, que Rajoy ha elevado a bella arte, empezó con José María Aznar y Federico Jiménez Losantos. Aznar -para llegar al poder- aceptó el aborto en los tres supuestos despenalizadores. Movió Roma con Santiago para intentar, por los medios más abyectos, que yo no denunciara la componenda, que le planteaba no problemas de conciencia sino conyugales con Ana Botella. Bajo el influjo de Losantos, su intelectual orgánico, Aznar pasó a libar sacrificios en el altar de Manuel Azaña y lo situó como la referencia de aquello del centroderecha español. Andrés Trapiello ha contado como, en las cenas semanales que mantenía con escritores en el Palacio de La Moncloa, les llevó, en la sobremesa, a otro habitáculo y arrobado acarició una bandera republicana tricolor al tiempo que musitaba con unción: «Es la que pusieron en el féretro de Manuel Azaña«. El mismo cuyo partido, Izquierda Republicana, participó en la puesta en marcha y el sádico funcionamiento de la checa del Círculo de Bellas Artes, como ha recordado en hispanidad.com el catedrático de Historia, Javier Paredes. Luego Losantos ha abjurado de Azaña. De Aznar, no tengo noticias.

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Cayetana Älvarez de Toledo. /Foto: vanitatis.elconfidencial.com.

Cuando el interés y el dinero han estado por medio, Federico ha sido una ramera mediática y un intrigante. A Ángel Acebes le puso como jefa de gabinete a Cayetana Álvarez de Toledo, en ese tiempo en que Losantos se creía capaz de marcar la agenda del PP y siempre quid pro quo, como es norma en el liberalismo egipcio, recibió, en compra de acciones, 410.000 de la caja B del PP, tras recibir Luis Bárcenas la llamada de Acebes. En la entrevista masaje de sus subordinados, Losantos se mostró muy obsequioso con el delincuente Alberto Recarte, quizás con el interés de que no cante en el juicio por el caso Libertad Digital, porque Libertad Digital SA, con ese Losantos que nunca, dice ahora, ha tratado a los políticos. Arturo Fernández, presidente de CEIM a las órdenes de Esperanza Aguirre, hizo una compra, con su Fundación de 700.000 euros en acciones. En el programa de marras, Losantos y sus acólitos escenificaron una escena de la estricta picaresca aseverando que Federico nunca, nunca, nunca había sido amigo de Esperanza Aguirre, a pesar de que la bizarra Esperanza se batió el cobre con el rey emérito pidiendo un «trato humano» para el turolense. Después de concederle el pelotazo de cinco licencias de TDT en la Comunidad de Madrid -para que las hundiera el incompetente de Dieter Brandau, que no sabía ni lo que era el prompter-, una licencia de radio autonómica, de inflarle a publicidad institucional, de colocar a su señora, María Prado, como funcionaria de la Comunidad de Madrid y a un hermanastro de su muy amada Ayanta Barilli, de declarar a Esperanza Aguirre -a Losantos se le va con frecuencia la bola- «santa patrona» de La Mañana de la COPE, negar a Esperanza es de ser más falso que un Judas de plástico.

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Federico Jiménez Losantos, el bajito de la derecha, con Enrique Cerezo y Eduardo Zaplana. /Foto: spanienkaputwordpress.com.

A Jaime Mayor Oreja lo trató con mimo por si iba a ser el sucesor y con Eduardo Zaplana era un desvivirse mutuo. Zaplana le gestionaba negocios y publicidades. Le llevó de la mano al accionario a Francisco Hernando, El Pocero. Cuando las cosas se torcieron con Mariano Rajoy, Federico pasó a ser un hooligan de Ciudadanos, partido en el que colocó a uno de sus más fervorosos acólitos como portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta, e incluso tiró de la pobre Cristina Losada para cubrir el vacío de la lista a la Xunta de Galicia.

Cristina Losada. /Foto: elidealgallego.com.

Las mentiras de Losantos son tan inmensas, las dice con tanta seguridad y con tanto desparpajo que son una amenaza para las mentes crédulas, que tienden a confiar en la palabra de las personas. La cuestión es que este mentiroso patológico, capaz de decir a estas alturas que nunca ha tratado a los políticos, «sólo un poco a Aznar«, cuando dormían mentalmente juntos con la momia de Azaña, tiene un micrófono y durante tiempo se le ha concedido credibilidad. Eso le ha terminado por corromper moralmente. Nada de lo que diga Losantos puede ser creído sin ser escrupulosamente cotejado y siempre o casi siempre, cuando se escudriña lo más mínimo, la conclusión a la que se llega es que ha mentido, ha vuelto a mentir, es, sin duda y sin enmienda, un mentiroso patológico.