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España o los Balcanes

Redacción




Editorial.

Durante cuarenta años de democracia, el establishment español ha venido frivolizando el conflicto nacionalista, uno de los combustibles más inflamables. Con una nefasta ley electoral que concede una sobrerepresentación a los separatistas y condiciona la política nacional cediéndoles, con frecuencia, la llave de la gobernabilidad, el Estado se ha venido retirando de Cataluña, Vascongadas y Navarra, cediendo la política de Orden Público a quienes quieren separarse y destruir España. La cesión ha sido la constante de la política española tanto con Gobiernos del PP como del PSOE, que a cambio de seguir cediendo y de menguar la presencia de España es esos territorios, han buscado, de manera acomodaticia y traidora, el disfrute del poder, blanqueando el peligro totalitario y bélico que el nacionalismo entraña. Todas las estrategias de apaciguamiento han fracasado, entendidas como debilidad por el separatismo, que siempre ha avanzado en el adoctrinamiento y la imposición.

Pedro Sánchez y Quim Torra, en el Palau de Pedralbes. /Foto:elconfidencial.com.

Históricamente, el nacionalismo es una construcción totalitaria de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, perfectamente localizada en personas como Sabino Arana y Enric Prat de la Riba, y a pesar de las mutaciones hacia la multiculturalidad, el nacionalismo no ha abandonado su esencia de odio hacia España y los españoles. El nacionalismo ha encontrado sus paniaguados capaces de proclamar su amor a España y al tiempo expresar, con una frivolidad absoluta, que Cataluña es una nación o que España es una nación de naciones, construcciones absurdas que se deben a la etapa del nefasto José Luis Rodríguez Zapatero y que han sido continuadas tanto por Pedro Sánchez como por Pablo Iglesias, Recientemente se sumaba a este pandemonium un escritor fracasado y descolocado. En ese sentido es muy recomendable como ilustración el editorial del mejor historiador español del momento, César Vidal en su programa La Voz, emitido desde el exilio:

https://cesarvidal.com/la-voz/editorial/editorial-la-nacion-espanola-la-region-catalana-y-juan-manuel-de-prada-18-02-19

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No hay base histórica para el nacionalismo, lo que hay es un proceso totalitario en marcha de destrucción de la nación que de permitir su continuidad llevaría a la balcanización de España y al derramamiento de sangre. No deja de ser una excrecencia que quienes condicionan la vida de los demás mediante la coacción institucional y en las calles, quienes adoctrina en la mentira infundiendo el odio, quienes practican la violencia se presenten de manera falsaria y torticera como tolerantes y pacifistas, y usen de manera habitual y sin vergüenza el disfraz de víctimas.

Fuerzas armadas de Eslovenia en 1991.

Es preciso que la sociedad ponga pie en pared en defensa de la Patria y de la unidad nacional. Es imprescindible, de una vez, ser intolerantes con los intolerantes. Es necesario que la palabra cesión desaparezca del diccionario y que el término diálogo, que es su camuflaje, sea repudiado. Nos va mucho en ello. Nos va impedir una guerra civil cruenta. La vía eslovena reclamada por Quim Torra desató entre 1991 y 2001 una serie de guerras concatenadas que causaron 200.000 muertos y llevaron a las sociedades a la ruina y a la desesperación. Los conflictos balcánicos estuvieron impregnados de componentes étnicos y religiosos. No se puede banalizar el peligro, no se puede andar con juegos malabares, no se puede seguir manteniendo ensoñaciones anestesiantes.

Cuando desde el 1 de octubre, los separatistas catalanes pasaron al golpe de Estado y la sedición, los patriotas españoles fueron los que se lanzaron a las calles de Cataluña mientras el Gobierno, que había financiado la sedición con el Fondo de Liquidez Autonómica, dudaba y se dedicaba a improvisar. A nosotros nos gusta el concepto patriota y no el de constitucionalista, pues España seguirá existiendo con la Constitución de 1978 o con cualquier otra, pues es preexistente, aunque la nación precisa una Constitución y un marco legal. Esos patriotas que se lanzaron a pecho descubierto mostraron que, frente a las falacias, estaban defendiendo su libertad amenazada. Este es un tiempo para que los patriotas afloren con decisión e ideas claras. El separatismo debe ser erradicado, pues es el conflicto. O se atiene al cumplimiento de la Ley o todo su peso ha de caer sobre los sediciosos. Seguir otra senda es prender la mecha que conduce a la explosión del polvorín.

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No es baladí recodar que los nacionalistas son imperialistas, que tienen reivindicaciones territoriales, que en el caso catalán componen parte de Aragón, el Reino de Valencia y las Islas Baleares, con lo que la balcanización se extendería. Los vascos reclaman Navarra y partes de Castilla y León y La Rioja. Hay separatistas en Galicia, quintacolumnistas en la Comunidad Valenciana y Baleares. Los patriotas, de derechas y de izquierdas, han de dar la espalda a los partidos de la cesión, por la senda de la cesión está el abismo de la guerra, de la balcanización.

Frente a una grosera mentira muy extendida, lo importante no son las formas sino el fondo y el fondo del nacionalismo es terrible, es dantesco, es apocalíptico. No nos gusta ser predicadores de desgracias, pero es preciso defender lo obvio: la disyuntiva está en el tiempo presente entre España o los Balcanes. Resolver ese dilema depende de la responsabilidad de cada uno.