
Enrique de Diego
Miembros del Comité Ejecutivo informan a RL que Mariano Rajoy, en su intervención ante dicho organismo, hizo hincapié en que él siempre había sido partidario de la “gran coalición” con el PSOE. Dado que ese objetivo es por completo irrealizable hay que hacerse a la idea de que Rajoy encamina a la nación hacia unas terceras elecciones.
Según la tesis recurrente oficialista, Rajoy estaría sometiendo a presión al PSOE. Y el tan esperado Comité Ejecutivo se movería en esa línea. En realidad, la expectación no ha conducido a otra cosa que a una enorme frustración. No hay término medio, no hay terceras vías: O gran coalición o nada. Rajoy no está dispuesto a gobernar en minoría. Él es parte esencial del bloqueo. De hecho, según nuestras fuentes, en su intervención no se refirió prácticamente a Ciudadanos ni a su estruendosa agenda regeneracionista.
En lo que se suponía que iba a ser una toma de decisiones sobre los seis puntos de Ciudadanos, casi un ultimátum de Albert Rivera, lo único que ha hecho Rajoy –tal y como adelantó en solitario Rambla Libre– es ganar tiempo, y seguir la estrategia que en él es una segunda naturaleza de dilatar los problemas (o como decía la vieja diplomacia vaticana: dilata). El PP, por lo demás, no tiene prisa. Como estructura empresarial, como oficina de colocación, no puede mejorar su situación actual, en la que todos cobran a fin de mes, en la que siguen controlando la SEPI y los organismos públicos, y RTVE y EFE, como si tuvieran mayoría absoluta, sin tener que repartir cargos con ninguna coalición. Nadie en el PP va a presionar a Rajoy que se mueva. Están encantados con la situación.
No es cierto, a efectos prácticos, que España esté sin Gobierno. Eso es una verdad a medias. El Gobierno está y cobra. Y cobran los secretarios de Estado y los directores generales. Y los cargos de RTVE están en Río disfrutando de los Juegos Olímpicos, con sus familias, con cargo al contribuyente. Ninguna elección puede mejorar este status. Los cargos del PP no tienen incentivos para formar Gobierno ni en minoría ni en coalición porque están, de hecho, en uno con mayoría absoluta, de hecho, aunque no de derecho. Es tremendo, pero es así. Cuando en los cónclaves vaticanos los cardenales se dilataban y no daban un Papa al pueblo cristiano se les dejaba sin comer hasta que el hambre despertaba las inteligencias y forzaba las voluntades. Habría, por de pronto, que retirar los sueldos a este Gobierno permanentemente interino y encerrar al Congreso de los Diputados sin comida.
Así que Rajoy ha salido del Comité Ejecutivo con una “autorización” para negociar, como si a estar alturas Rajoy necesitara que un partido sumiso le autorizara algo. Es notorio que a Albert Rivera le indicó que “no voy a tomar la decisión en solitario”, lo que sugería que la iba a tomar de forma colectiva. No ha habido ningún avance.
Albert Rivera queda en una posición desmerecida. Sus acólitos, quizás temiéndose lo peor, han estado calentando ambiente en los últimos días diciendo que las condiciones eran “innegociables” y el propio Rivera reiterando la exigencia de una fecha para la investidura.
No hay fecha. Ni siquiera se puede asegurar en estos momentos que Rajoy se vaya a presentar a la investidura o haya aceptado el encargo, si es que tal cosa existe. Cada vez la nebulosa en la que Mariano está sumiendo a la nación es más espesa.
O bien Rajoy está esperando a los resultados de las elecciones vascas, por ver si el PNV es receptivo a un apoyo explícito o tácito, cuestión muy repetida pero que considero improbable, tanto por parte del PNV como por la de Rajoy (él y el partido son ya una misma cosa, el PP soy yo, podría decir Rajoy parafraseando a Luis XIV) o bien cada vez más le pone la adrenalina de una nueva campaña. Se lo dio a entender claramente a Albert Rivera cuando le avisó, le amenazó o simplemente le informó de que “en una nuevas elecciones sacaría mayoría”. Algo así, como tú, Albert, que te has creído, estás acabado, amortizado, voy a por ti.
Es obvio que Rajoy está ninguneando a Albert Rivera y llevándolo a lo peor en política: al ridículo. Es claro que no lo considera un socio deseable, si no alguien que está de prestado, que tienen votos que le pertenecen al PP; bueno, a Rajoy, pues –reitero- el PP es Rajoy y nada más. Algo dijo Juan Vicente Herrera en el Comité Ejecutivo sobre los puntos de Ciudadanos que ya van en el programa del PP, según el castellano. Y también cumplió el expediente Cristina Cifuentes, que contó su experiencia: pactar con Ciudadanos no es un camino de rosas pero lo importante es formar Gobierno y desbloquear la situación.
La cuestión es que a Rajoy se le ha puesto pasar a la historia no como un mediocre presidente señalado por su tesorero sino como la Merkel española, gobernando sobre el PP y el PSOE. Ya no es ni tan siquiera forzar la abstención socialista –que es una gran coalición gratis, como indiqué- sino la gran coalición o nada.