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La izquierda, con su sociedad permisiva, es culpable por omisión del crimen de Laura Luelmo

Redacción




Enrique de Diego.

El terrible asesinato de Laura Luelmo, sucedido en el pueblo onubense de El Campillo donde había acudido como profesora sustituta de plástica, está provocando una oleada inmensa de hipocresía de la izquierda, atenazada por sus falsas teorías, que la hacen incapaz de percibir la más mínima realidad.

A la espera de que culmine la investigación, todos los datos que tenemos ahora en nuestro poder indican que Laura Luelmo es una víctima de su asesino, pero también de la sociedad permisiva que ha ido promoviendo la izquierda y en la que aparece anclada a pesar de su notorio fracaso.

Sabemos que justo enfrente de su casa vivía un asesino que había sido condenado por derramar sangre humana a la leve pena de 15 años, que no sabemos si ha cumplido íntegra, pero que suponemos que no. Lo que sí sabemos es que se le concedieron permisos penitenciarios y en uno de ellos acuchilló a otra mujer en que lo que pareció una violación. Ese terrible y absurdo vecino del que nadie avisó a Laura Luelmo, ni tampoco la Guardia Civil, que últimamente parece también deteriorada por el buenismo, ha desaparecido. Al parecer, se sentaba a la puerta de su casa para mirar a Laura Luelmo. No se necesita ser Sherlock Holmes ni Mister Marple para considerar a ese indeseable vecino como sospechoso. En esta sociedad garantista lo que se ofrece de ese criminal son sus siglas, L. M. Se avanza algo diciendo que se llamaba Luciano. Su cara se pixela, cuando lo lógico sería que se le presentara a cara descubierta para favorecer la colaboración ciudadana.

Carmen Calvo. /Foto: elperiodico.com.

El tal Luciano tiene un hermano gemelo que también es un asesino. Atracó a una mujer de 80 años, la clavó un cuchillo en el cuello y mientras esperaba –suelto y no en la cárcel- volvía a rematar su venganza y mató a la mujer. Los dos hermanos y sus crímenes son un fracaso evidente del sistema, de la sociedad permisiva y de las teorías buenistas de la izquierda.

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Lejos de abjurar de sus errores y de mostrar arrepentimiento y cambiar sus esquemas para atenerse a la realidad la izquierda responde reafirmándose en sus clichés y en sus dogmas tópicos. El asesinato no se corresponde a ninguno de los escenarios posibles combatidos por la Ley Integral de Violencia de Género. El novio vive en Villabuena del Puente, Zamora, y de seguro que es una magnífica persona, que a estas horas estará destrozado y deseoso de haber estado en El Campillo para defender a su novia, como hacen los hombres de bien.

Ángeles Barceló. /Foto: elperiodico.com.

Puesto que ha abjurado de la razón, la izquierda se ha abismado en el sentimentalismo suicida: Laura Luelmo es una víctima de ese desquicie. Ángeles Barceló, de la cadena Ser, afirma: “Queremos correr solas y pasear solas y tener la misma sensación de seguridad que tienen los hombres. Queremos ir sin miedo por la vida. Nos matan por ser mujeres”. Retahíla vacua. Estas progres quieren el fin pero no los medios. Luciano M., sea o sea el asesino, que esperemos que se sepa pronto, tras la cagada de la Guardia Civil de no tenerlo vigilado y de no avisar a una mujer sola de que tenía enfrente a un asesino y violador, nunca tuvo que estar en la calle, ni tener permisos penitenciarios. Un asesino o un violador no es redimible.

Laura Luelmo.

Todas esas estupideces del hasta TodosSomosLaura no sirven para nada, o sirven para esconder las lacras purulentas de una izquierda en demolición. El punto extremo de la estupidez lo ha dado la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, como no podía ser menos: “El Estado y la democracia tienen que hacer más por la seguridad de las mujeres”. La línea no es la criminalización del varón, sino la criminalización del asesino y el violador, que nunca deben pisar la calle, mediante la prisión perpetua o la pena de muerte. Y lo demás son monsergas de beatería laica.

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En 1946, en la revista Horizontes, Cyril Connolly, expuso el programa de lo que después sería la sociedad permisiva que padecemos y que amenaza con tumbar toda una civilización, impotente y sin resortes morales. El primer punto, significativamente, era la “abolición de la pena de muerte”, el segundo una reforma penal hacia la laxitud, prisiones modelo y rehabilitación de los presos.

Laura tenía derecho a salir sola y a correr sola sin miedo y sin peligro, pero en eso en la sociedad permisiva de la izquierda es imposible, porque después de matar e intentar violar Luciano M. estaba en la calle, justo enfrente. Aunque no sea el asesino, y conviene buscarlo cuanto antes, nunca debió estar ahí, sino entre rejas de por vida.

A tenor de los datos, y a la espera de las investigaciones, la izquierda –quiere el fin pero no los medios- es culpable por omisión del asesinato de Laura Luelmo, una valiente que luchó contra su asesino. Descanse en paz y que Dios la tenga en su gloria, donde sí estará segura.

Otrosí: La Guardia Civil ha detenido como sospechoso a Bernardo Montoya, hermano de Luciano. Un criminal sádico que había asesinado a una anciana de 80 años, a la que primero robó y acuchilló en el cuello. Y luego, a la espera de juicio, volvió y la mató. Todo el buenismo de la izquierda yace en El Campillo (Huelva). Son ya demasiadas víctimas.