Redacción.
La izquierda bracea y denuncia el ascenso creciente e imparable de lo que denomina la extremaderecha en toda Europa. Ese ascenso corre en paralelo con el hundimiento de la socialdemocracia, en proceso de extinción en Alemania y extinguida en Italia.
La opinión pública de las naciones europeas es cada vez más consciente de que la izquierda es enemiga de la civilización, que bajo su retórica vacua lo que se esconde es un proceso de demolición de nuestras sociedad y un proceso de sustitución demográfico, que es preciso parar para lograr la supervivencia de los autóctonos y de la civilización de la libertad. Para ello, la izquierda debe desaparecer.
La izquierda no es más que una colección de tópicos y un manojo de mentiras para que unos pocos se enriquezcan, como vemos en el caso de Podemos con Pablo Iglesias y Pablo Echenique, dos auténticas lacras políticas. Pedro Sánchez ha vendido a España al separatismo y también al globalismo. Es un claro enemigo de la libertad y de la civilización.
Los líderes de la izquierda viven tras muros, en urbanizaciones privadas, con escolta pagada por el contribuyente, a donde no llegan los problemas que ellos generan. Pablo Iglesias ha pedido y obtenido escolta para él y para su mansión durante las veinticuatro horas del día. Pedro Sánchez es partidario de abrir las fronteras pero vive detrás de los muros bien guardados de La Moncloa. Es todo un ejercicio de hipocresía.
La inmigración, que adquiere los trazos de una invasión, es un desastre sin paliativos. No hay ninguna consecuencia positiva, todas son negativas. Debe ser revertida. Deben empezar las deportaciones. Nadie puede entrar ilegalmente. Es una evidencia que no vienen a trabajar, sino que de inmediato entran en el circuito del delito y el narcotráfico. La condición y el respeto a la mujer, frente a los discursos de esta izquierda degenerada y estúpida, han bajado a niveles deleznables y terroríficos, a manos de inmigrantes. De esos inmigrantes que el imaginario falsario de esta izquierda iletrada y desquiciada presenta como despojados del pecado original, como gentes bondadosas que vienen a sacudirse el hambre. Una oleada de violaciones sacude Europa. Es tan fuerte, que hasta en algunos lugares se prohíbe informar de la nacionalidad de los agresores, que casi siempre son inmigrantes, africanos y musulmanes. En Dinamarca, ese biotipo es el protagonismo del 93% de las violaciones. En Suecia se han multiplicado por 3.100. Los europeos han tenido que asistir a escenas dantescas, facilitadas por la izquierda y por cierto conservadurismo satelizado, como las agresiones sexuales en masa por una horda de 1.200 musulmanes en la Nochevieja de Colonia de 2015.
Los inmigrantes africanos se están dedicando en altos porcentajes al narcotráfico. Algunos de ellos están provocando crímenes espeluznantes, de los que la izquierda es cómplice ideológica. Italia está conmocionada por el asesinato en Roma de la joven de 16 años Desirée Mariottini, tras la violación en grupo por inmigrantes africanos, dos senegaleses, un nigeriano y uno de Gambia. Ninguno tenía el más mínimo derecho a estar en Italia. El nigeriano había tenido un permiso de acogida por motivos humanitarios que ya había caducado. Es un misterio a desentrañar de qué motivos humanitarios se trataba. La izquierda tiene que empezar a dar explicaciones ante el tribunal de la opinión pública. Fue la izquierda italiana la que abrió de par en par las fronteras de Italia. Es la izquierda la que está desapareciendo como cómplices de los crímenes y la inseguridad que se han adueñado de esa nación. La responsabilidad alcanza a dirigentes tan nefastos como Pedro Sánchez, una nulidad, una colección de tópicos, o Pablo Iglesias, poco más que un macarra trepa.
La izquierda está al servicio del capitalismo más salvaje y destructor, financiada por magnates sin escrúpulos morales como George Soros, que hizo su fortuna confiscando como nazi los bienes de los judíos perseguidos en Hungría. La izquierda, para negar la realidad, agita espantapájaros como el del racismo, cuando lo que se provoca es un racismo antiblanco, que se ceba especialmente contra las mujeres, mientras el feminismo, satelizado respecto a esta izquierda degradada, calla asumiendo una grave responsabilidad.
La izquierda va a desaparecer de Europa y también lo hará de España. La izquierda es culpable. O acabamos con la izquierda o la izquierda acabará con la civilización.