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El Gobierno tiene una pérdida de credibilidad galopante

Redacción




Javier García Isac. Director de Radio Ya.

Por fin me quedó claro en que consistía esa cursilada que conocemos como nueva política. No es ni más ni menos que la política de siempre, pero más rancia, chusquera y macarra que en ocasiones anteriores, y de vez en cuando protagonizada por caras nuevas, pero con los mismos tics de siempre. Digo de vez en cuando y digo bien, pues Carmen Calvo o Josep Borrell, no son nuevos en esto de la política. Me temo que la nueva política se parece mucho a  la vieja política y los autoproclamados como regeneradores, solo han venido a regenerar personas, que no comportamientos.

El espectáculo al que estamos asistiendo en poco más de cien días nos está dejando de “patata”. La actualidad del “bochorno” va a tal velocidad, que empalmamos un escándalo con otro, una situación dantesca con otra y cuando pensamos que nuestra capacidad de sorpresa y asombro está más que agotada, descubrimos que siempre queda algo que supera a lo anterior. Lo que sucede en España, lo que pasa en este país, constituye una fuente inagotable de despropósitos.

Este gobierno que fue aplaudido por medios de comunicación complacientes que se nos venden como ejemplo de honestidad y seriedad, que fue bien visto por sesudos contertulios de salón y que se nos presentaba como la nueva forma de hacer política, ha dejado en evidencia a todos su valedores, además de provocar su imparable pérdida de credibilidad ya de por sí muy mermada.

Dos ministros obligados a dimitir, uno por desavenencias con Hacienda y otra por un nuevo escándalo por los másteres no realizados y otros dos ministros que también debería ser cesados, pero que el gobierno en una irresponsable huida hacia adelante piensa aguantar. Lo de la Lola, hasta el momento ministra de Justicia merece capítulo aparte. Novia del ex juez prevaricador Baltasar Garzón, al que muchos consideran como el auténtico ministro de Justicia, haciendo bueno el dicho de “dos por el precio de uno”. Por el precio de la Lola, os lleváis también al Balta.

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Parece ser que a la Lola y al Balta les gustaba mucho codearse con las cloacas del Estado en la época de ambos en la Audiencia Nacional. Seguramente más que codearse, es que ellos forman parte de esas cloacas del estado. La Lola es una auténtica macarra de barrio, una chula con andares que diría el castizo. Y le pasa lo mismo que a su novio, que se creen por encima del bien y del mal. Pretenden darnos lecciones de moralidad y feminismo, pero sin que a ellos  les afecte, sin que a ellos les aplique, eso es para los demás. Le gusta reírse de lo que la Lola considera “maricones”, no denunciando lo que a todas luces parece un comportamiento inadecuado de sus compañeros de profesión, acostándose y abusando de menores en un viaje a Colombia y sacando pecho de sus preferencias masculinas, frente a jurados de mujeres. Todo muy ético y ejemplificador en el ideal de lo que debe ser una ministra de Justicia y una feminista de pata negra. Si esta es la nueva política, casi que me quedó con la vieja.

Ya saben que al perro flaco todo son pulgas. Si éramos pocos, parió el astronauta. Con anterioridad ya lo habían hecho la ministra de Defensa Margarita Robles, con la que los medios de comunicación suelen ser muy complacientes, al igual que lo son con un Borrell que “chochea” y que se resiste a abandonar la política a pesar de ser un fracasado consumado.

Creo que es la primera vez en la historia de este país que  la mayoría de la opinión pública conoce los nombres de los ministros del gobierno de España, pero no precisamente por la buena gestión realizada sino por el espectáculo que día a día nos ofrecen. Y como no podía ser de otra manera, los que hace apenas cien días defendían la libertad de expresión, ahora la ven como una amenaza. Aman las urnas y la democracia si los resultados les son favorables, y aman la libertad de prensa y de expresión si no son criticados. Ven conspiraciones donde no existen, y culpabilizan de sus errores a un imaginario enemigo externo.

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En el fondo no tienen nada de qué preocuparse, siempre les quedará el CIS y sus cocinadas encuestas, en esa tradición tan de la izquierda española de hacerse trampas al solitario.