Editorial.
La convalidación por el Congreso de los Diputados del decreto-ley por el que se pretende proceder a la profanación de la tumba de Francisco Franco, figura histórica de primera magnitud, pone punto final a la transición.
La transición ha muerto. Y con ella ese llamado espíritu de reconciliación que nunca debió producirse pues implicaba aceptar dentro de un sistema democrático a un criminal genocida como Santiago Carrillo, responsable directo de los más de cinco mil asesinatos de Paracuellos del Jarama, donde se llegó a enterrar vivos a los inocentes, y a un partido de criminales sádicos como el PSOE, que dio un golpe de Estado revolucionario en 1934, y que desarrolló una represión irrestricta con un nivel de salvajismo y de sadismo que sólo ha sido igualado, no superado, por el Daesh o por los hutus de Ruanda.
Esa falsa reconciliación edificada sobre la mentira, eliminando la responsabilidad histórica de los viles criminales socialistas y comunistas, ha conducido a la situación desastrosa en la que nos encontramos, tras vivir cuarenta años de la herencia económica de la buena gestión de los gobiernos de Franco. Esa desastrosa situación incluye un proceso secesionista en Cataluña, un demencial modelo de Estado autonómico establecido por la nefasta monarquía borbónica para comprar voluntades y generar una casta aristocrática depredadora. Y también la perpetración de una grosera manipulación histórica mediante la cual los compulsivos asesinos pretenden presentarse hoy como víctimas.
Nos parece un despropósito añadido la intencionalidad del PP, y en buena medida de Ciudadanos, de situarse como garantes de una transición que significa la ruina de las personas y la destrucción de la Patria. Y, sobre todo, porque se trata de un proceso histórico finiquitado.
A nosotros no nos parece una noticia negativa, sino un punto de partida para superar un modelo político fracasado, de una democracia sin representación ni división de poderes, que se ha convertido en el monopolio de una casta que, a la luz está todos los días, chapotea en la corrupción económica y moral, y que ha corrompido hasta los tuétanos todas las instituciones, incluida la Universidad.