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Holocausto católico (3): El odio irrestricto a las mujeres católicas

Redacción




Enrique de Diego.

El sadismo alcanzado por los frentepopulistas con las mujeres católicas sólo ha sido igualado por los integristas del Estado islámico. ¿Puede imaginarse en la historia de la maldad humana que una mujer sea colgada de un gancho como un animal, troceado su cuerpo, y luego echada su carne para ser comida por los cerdos? ¿Puede imaginarse en la historia de la degradación machista que tres mujeres sean violadas, luego se las meta un palo por la vagina y, por último, se las dispare introduciendo la pistola por esa parte de su cuerpo? El Frente Popular, cuyos descendientes se presentan hoy como adalides de la lucha contra la violencia de género, llegó a tales extremos en el Holocausto católico.

El primer caso corresponde a Apolonia Lizárraga. Su historia la reseñó Juan E. Pflüger en La Gaceta. Al estallar la guerra civil, tenía 69 años, y era la madre superiora de las Hermanas Carmelitas de la Caridad en la Casa General de Vic. Tras esconder a todas sus hijas, ella misma fue a vivir con una familia colaboradora de la Orden, hasta que en un registro fue detenida por militantes del POUM, quienes la entregaron en la checa barcelonesa de San Elías, bajo control de la CNT-FAI.

Tras tres días de privaciones e insultos, fue llevada al patio donde se la desnudó, inmensa vejación a su pudor. Se la conminó a que apostatara, a lo que, con inmensa fortaleza, se negó. Entonces, como si fuera un animal, fue colgada de un gancho instalado en una de las paredes. Allí se la aserró viva, entre terribles dolores, se la descuartizó y se echaron sus carnes sanguinolientas a una piara de 42 cerdos que había en la checa.

Varios testimonios de supervivientes de la checa de San Elías coinciden en señalar cómo fue la muerte de Apolonia Lizárraga: “Actualmente se han encontrado testigos que nos refieren que estando ellos presos en la cárcel de San Elías en el año 1936, era de dominio público que el jefe de la checa, un tal «Jorobado», cebaba en total unos trescientos cerdos con carne humana. Que muchos presos eran echados a dichas piaras y que la General de las Carmelitas de la Caridad, Madre Apolonia Lizárraga, fue una de dichas víctimas que aserraron, descuartizaron (en cuatro partes) y luego en trozos más pequeños fue devorada por dichos animales que en la citada checa engordaban en número de 42”. Así lo cuenta Antonio Montero en su libro Historia de la persecución religiosa en España.

Otros testimonios coinciden en explicar la misma versión: “Fue cogida prisionera, llevada por los milicianos a una checa, la desnudaron y la llevaron a un patio. La ataron muñecas y tobillos y fue colgada de un gancho a la pared del patio. Con un serrucho la cortaron. Ella rezaba y rogaba por sus asesinos. Estos luego dieron su cuerpo a comer a unos cerdos que tenían allí, que al poco tiempo los mataron y los comían y vendían diciendo que eran chorizos de monja”. Chorizos de santa. La Madre Apolonia Lizárraga fue beatificada el 28 de octubre de 2007 y recibió el nombre de Apolonia del Santísimo Sacramento.

Monjas camino del martirio.

Otro caso de bestialismo machista de la barbarie marxista lo ha rememorado el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares, Javier Paredes Alonso. Está referida a tres hermanas de sangre y de religión. Carmen, Rosa y Magdalena Fradera Ferragutcasas son hermanas, naturales de Riudarenas (Gerona) y las tres han profesado como Misioneras del Corazón de María. Tienen respectivamente 41, 36 y 34 años. El 19 de julio de 1936 abandonan su convento de Mataró y se refugian en una casa de Riudarenas, pero son detenidas el 25 de septiembre y las trasladan a Cabanyes, en el término de Lloret de Mar. La noche del 26 se las llevaron al lugar llamado L’Hostalet, donde había un bosque que estaba a siete kilómetros de la población y allí las desnudan, después las violan y, a continuación, las penetran con palos por la vagina y, por último, y como muestra de desprecio a su virginidad consagrada, las introducen de un golpe los cañones de sus pistolas hasta la empuñadura, las desgarran del todo sus entrañas y aprietan el gatillo.

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Monjas mártires.

No es no, salvo si se trata de mujeres católicas. Ninguna vejación ni abuso se evita a las mártires. A Concepción Carrión González, de 35 años, mujer de gran belleza, que presidía la Acción Cívica de la Mujer de La Alcudia, la llevan, el 21 de septiembre de 1936, a Sueca, a un lugar llamado del Caballo. En el trayecto intentan abusar de ella, pero no se deja. Nada más bajar del camión La Manada de milicianos la acribillan los pechos. Una vez muerta, la canalla marxista la desnuda y la clava una caña en la vagina. Con ella han llevado a dos religiosas de las Carmelitas Calzadas de Valencia, Sor María Josefa Ricart Casabant, natural de Albal (Valencia) y Sor Trinidad Martínez Gil, que había nacido en Soneja (Castellón) a las que también asesinan.

Carmen García Moyón, es otra seglar, apodada ‘la francesita’ porque su madre procedía del país vecino. Acaba viviendo en Torrent (Valencia), donde instala un taller de costura. Mujer muy piadosa, en 1934 se une a la rama femenina de la Real Pía Unión de San Antonio. Ella es la que organiza la catequesis de las niñas de Torrent, y cuando estalla la guerra ayuda a los católicos escondidos, a los que lleva comida y la Eucaristía. Denunciada por una vecina, en enero de 1937 es detenida y llevada a un paraje conocido como Barranc de les Cayes, en Torrent. Al bajarla del coche, los milicianos tratan de abusar de ella, a lo que se resiste y les increpa:

-«Me mataréis, pero no abusaréis de mí”

En vista de que no pueden cumplir sus propósitos, los verdugos de Carmen García Moyón la rocían con gasolina y la prenden fuego viva. Carmen, durante unos segundos camina por el campo como una tea ardiente, poco después se tambalea y, por fin, se desploma. Ya en suelo, antes de morir, gritó varias veces ¡Viva Cristo Rey!

Cuenta también el catedrático Javier Paredes Alonso, lo sucedido con las carmelitas descalzas de San José de Guadalajara. “Se ven obligadas a abandonar el convento, y vestidas de seglares, pasan la noche del 23 al 24 de julio de 1936 en los sótanos del Hotel Iberia y en una pensión. El día 24 por la tarde, tres de ellas caminan por la ciudad disimulando como pueden, pero el grito de una mujer que las reconoce las condena a muerte:

-¡Son monjas, disparad contra ellas!

“Los milicianos comienzan la cacería y al instante, caen dos de ellas. Una tercera puede huir. Es la hermana Teresa del Niño Jesús, tiene 27 años y es natural de Mochales (Guadalajara). Trata de refugiarse en el Hotel Palace, pero se lo impiden unos hombres que están en la puerta. Y en ese momento, se acerca a ella un individuo, que la ofrece su protección y le sugiere dirigirse a las afueras. Pero en el puente de San Antonio se quita la careta, la sujeta con fuerza del brazo y se la lleva a las tapias del cementerio, donde trata de abusar de ella sin conseguirlo. A la agresión se suman otros dos milicianos, y ya entre tres es más fácil manosearla, pero la monja sigue resistiéndose. Frustrada su lujuria, se les desata la ira. Un empleado de la funeraria es testigo de lo que sucede, oye las frases soeces que la dirigen y que la exigen que dé vivas al comunismo, a lo que la hermana Teresa del Niño Jesús responde con un ¡Viva Cristo Rey! Entonces se separan un par de metros de ella, cargan sus armas, ella cae de rodillas con los brazos en cruz y la acribillan a balazos”.

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¿Puede pensarse en la historia de la degradación humana que haya alguien capaz de asesinar a tres mujeres y violarlas después de muertas? ¿Puede llegarse a tan infame necrofilia? Pues, vuelve a contar el catedrático Javier Paredes, “eso fue, exactamente lo que sucedió, entre otras mujeres, con las dos hermanas Vicenta y Purificación Asensio Vila, del Monasterio de La Puridad de Valencia, que fueron arrestadas y asesinadas cuando contaban 60 y 44 años respectivamente, junto a la Madre María Inmaculada Trinidad Peneli, Esclava de María, que tenía 70, el 2 de octubre de 1936 en el término municipal de Silla (Valencia). Las tres religiosas fueron violadas después de matarlas a tiros, según constató un médico forense que recogió los cadáveres y los fotografió cuando estaban tendidos en una carretera”.

Las tres enfermeras mártires.

Las mártires de Somiedo, León, Octavia, Olga y Pilar (41, 23 y 25 años) eran enfermeras y enfermeras entregadas de la Cruz Roja de Astorga que prestaban servicio en el Hospital de Somiedo. A la semana de llegar, el 27 de octubre de 1936, pudieron ser relevadas pero quisieron seguir al lado de los enfermos, y lo mismo sucedió una semana antes de que el lugar fuera tomado por los frentepopulistas. No sabían a las bestias en cuyas garras iban a caer. Los 14 heridos fueron rematados en sus camas.

Como cuenta la web Religión en Libertad, los milicianos del Frente Popular mantuvieron un carro de bueyes girando toda la noche alrededor de la checa de Pola de Somiedo (Asturias), de modo que los chirridos apagasen sus lamentos. Abusaron de ellas durante horas, y en la mañana del 28 de octubre las fusilaron, desnudas para mayor humillación.

Octavia Iglesias Blanco, Olga Pérez-Monteserín y Pilar Gullón Yturriaga (41, 23 y 25 años, respectivamente) pidieron ver a un sacerdote antes de morir, pero al único que había lo habían asesinado el día anterior. Varias mujeres se habían ofrecido voluntarias para la ejecución, y tres de ellas la llevaron a cabo. Murieron gritando ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Dios!, lo mismo que habían replicado desde su detención a cada promesa de libertad si gritaban ¡Viva Rusia! y ¡Viva el comunismo!

Era la primera vez desde la desde la fundación del Comité Internacional de la Cruz Roja que tres enfermeras eran asesinadas por un bando contendiente. Estás en proceso de beatificación. Tres en Valencia, ya beatificadas en 2001, seglares de Acción Católica: Florencia Caerols MartínezAmalia Abad Casasempere y María del Pilar Jordá Botella (de 46, 38 y 31 años).

Piedad Suárez de Figueroa.

Especial saña contra las mujeres despojadas del mínimo de humanidad y dignidad por el mero hecho de ser católicas. Así sucedió con Piedaíta, Piedad Suárez de Figueroa Moya, una joven de 27 años natural de Villanueva de Alcardete (Toledo). Detenida, torturada, violada y asesinada a principios de septiembre de 1936 junto a un grupo de cuarenta personas de la misma localidad. El día 5 de ese mes fue llevada a un lugar conocido como Casas de Luján y apartada del grupo por 13 milicianos. Allí se produjo una violación en grupo en la que participaron, al menos, tres de los milicianos, uno de los cuales le mutiló un pecho. Su agonía terminó tras ser disparada por sus propios violadores.

¿De verdad quiere Pedro Sánchez una Comisión de la Verdad? ¿No se le cae la cara de vergüenza? Pido en estos tiempos de confusión la protección y la certeza de todos los mártires y, especialmente de las resplandecientes mártires, del Holocausto católico.