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Análisis: El PP apuesta por su extinción con un insolvente retorno al aznarismo

Redacción




Enrique de Diego.

El Partido Popular no tiene ningún futuro; ninguno halagüeño. Ha organizado unas primarias absurdas, que no son primarias, con una segunda vuelta, que no es segunda vuelta. Toda una ficción que se traduce en una apuesta por la extinción. Ninguno de los candidatos levantaba entusiasmo alguno: dos personas del aparato partidario, en un caso con experiencia de Gobierno, pero ambos comprometidos con los errores del inmediato pasado. Pablo Casado une a ello el retorno extemporáneo al aznarismo que está en el fondo de todos los males que padece España, y del que Mariano Rajoy no ha sido más que un heredero que ha seguido la tradición de traicionar y ningunear a su electorado.

La reivindicación de Adolfo Suárez y del centro que ha llevado a cabo Pablo Casado resulta un completo despropósito. El Partido Popular ha llevado a cabo un proceso de puertas adentro mucho más que de puertas para fuera. Se ahonda en la mediocridad y buena muestra de ello son los nombres de la ejecutiva. Por de pronto, el nuevo presidente del PP es un personaje que en cualquier democracia estaría fuera de la vida pública, pues es notorio que su Licenciatura en Derecho es consecuencia del tráfico de influencias y su máster es otra ficción. Su curriculum es una absoluta mentira y las democracias tienden a ser muy estrictas en estas cuestiones pues quien miente en lo poco miente en lo mucho, quien false su curriculum carece de credibilidad.

Lo que ha exhibido el PP no ha sido un proyecto político sino una serie de resentimientos y venganzas personales, como se evidencia en el hecho de que el triunfo ha venido marcado por un pacto corrupto entre Pablo Casado y María Dolores de Cospedal, con algunos margallos y adornos más. Por muchos parabienes y escenificaciones del momento, la unidad es imposible porque no se dan las condiciones: no hay ni tan siquiera un proyecto sólido de futuro sino un retorno al pasado.

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El Partido Popular se ha anquilosado en su propia burocracia y en sus latentes conflictos internos. No se mueve en la línea de las corrientes emergentes en Europa sino que muestra un enervante retraso.

Sólo un pacto con Albert Rivera que implicara la fusión de ambos partidos podría hacer salir del atolladero a una formación que además de estar bajo la deslegitimación de la corrupción carece de ideología y que es una colección de intereses. En cuanto a la imagen, el PP ha pretendido dar una imagen de renovación generacional, pero estamos ante un liderazgo inconsistente que no conoce otra realidad que la del interior del partido y que lleva viviendo del Presupuesto desde los 24 años. Un pésimo bagaje.

Lo que necesita España es una derecha alternativa con sólidos principios, anclada y surgida de la sociedad civil. Es notorio que esa derecha necesaria, aquí y ahora, no está representada ni por el PP ni por Pablo Casado.