Yolanda Cabezuelo Arenas.
Ha quedado visto para sentencia el juicio contra Juana Rivas por sustracción de menores, y aunque no se espera la sentencia hasta finales de verano, ambas partes han manifestado sentirse esperanzados con un fallo a su favor. Confiando en la justicia, y en la lógica, es de esperar que el fallo no sea favorable finalmente a Juana Rivas, por la sencilla razón de que éste no ha sido un juicio sobre malos tratos -como ha tenido que recordar el juez nada más comenzar-, sino por un delito que está más que probado y del que ha sido testigo toda España; o sea: la sustracción de los dos hijos menores, y el haberlos mantenido ocultos e incomunicados de su padre durante los meses del pasado verano. Como no cabe discusión alguna de que éstos hechos han ocurrido, difícilmente puede Juana Rivas tener esperanza de cantar victoria.
Los derechos de cualquier imputado incluyen el de mentir para evitar su condena, y por tanto no puede criticarse a Juana Rivas que se defienda como estime conveniente, porque los cargos son graves: suponen el absoluto desprecio por la ley que protege a los menores; por el derecho del padre a estar con sus hijos, y lo que es más importante: por el derecho de éstos a estar con su padre.
La realidad de ESTE juicio es que Juana Rivas tomó -por la razón que fuera- la decisión de sacar a sus hijos de Italia, donde residían y estaban escolarizados, no sólo sin permiso, sino sin tan siquiera informar de sus intenciones a Francesco Arcuri; y que mantuvo a los niños en paradero desconocido hasta que se le hizo ver la posibilidad de que su comportamiento derivase en pena de cárcel. Una y otra vez Juana Rivas ha intentado justificar su huída de Italia recurriendo una sentencia de conformidad por malos tratos en 2009, aunque cae en contradicciones como la de no recordar si Arcuri la arrastró por toda la casa tirando de sus manos o de sus tobillos.
Como es lógico en el juicio se ha permitido hablar a Francesco Arcuri, que lo ha hecho por videoconferencia, negando una vez más que haya maltratado a su ex mujer en ninguna ocasión. El contenido de la sentencia de 2009 trascendió el verano pasado a pesar del veto que los medios de comunicación han impuesto a los intentos del italiano para aclarar los hechos, que son los siguientes: habiendo llegado bebida Juana Rivas ya por la mañana tras una salida nocturna se produjo una discusión en el transcurso de la cuál él la agarró por las muñecas para impedir que ella siguiera rompiendo algunos objetos propiedad de Arcuri, y a esto se reduce la tortura y la situación de malos tratos con los que Juana Rivas intenta justificar su comportamiento.
El caso de Juana Rivas podría ser uno más de los muchos en los que se intenta hacer uso espurio de la Ley de Violencia de Género, pero tiene además el añadido de que se está usando como bandera del feminismo radical, con lo cual de dejarse influenciar la justicia por las presiones políticas, se sentaría el peligroso precedente de ningunear los derechos de los padres y otorgar a las mujeres la libertad de obrar con respecto a los hijos como si les pertenecieran, prescindiendo de la figura paterna.
Cabe la esperanza de que en los juzgados de Granada prevalezca la integridad de los jueces, que hasta el momento han resistido los intentos de manipulación de forma encomiable. La presión es tal que se ha afeado al Ministerio fiscal que preguntase a la imputada por qué había retomado la relación con Arcuri, y tenido con él otro hijo, si la situación le resultaba tan insostenible, y se ha afeado por ser mujer la representante de ese Ministerio, como si por el hecho de serlo tuviese que perder la imparcialidad. La presencia en la sala de familiares y amigos de Juana Rivas, así como de numerosas feministas radicales que no entienden de leyes pero sí de dar voces, ha obligado al juez a llamar al orden y expulsar a uno de los asistentes.
Con respecto a las declaraciones de Juana Rivas de haber obrado en todo momento según la asesoría de sus abogados, ha recibido la recomendación del juez de procurarse otros en caso de necesitarlos en un futuro; y tampoco ha servido que manifestara no entender de leyes, puesto que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.