Enrique de Diego.
Decía el gran Quevedo que no hay lisonja sin puñalada y contigo, Pedro Sánchez, se han agotado, en estos días, las existencias de lisonjas. ¡Qué empalago! Así que es previsible que termines muy mal, porque careces de decencia. No vas a destruir España, lacayo de los separatistas, pero de seguro que vas a acabar con el PSOE, incluso en Andalucía.
No te ha votado nadie. Bueno, 84 diputados más uno de Nueva Canarias. El resto lo han hecho contra Mariano Rajoy y no poco contra Rajoy y contra Albert Rivera, pero ninguno a favor tuyo, así que no tienes mandato de legitimidad para gobernar España. Lo tuyo no es problema de legitimidad de ejercicio, materia en la que te irás enfangando, sino de estricta y directa legitimidad de origen.
Nada más ganar la moción de censura estabas obligado a convocar elecciones, lo más cercanas en el tiempo posible. Pero ¿quién os iba a quitar a ti y a Begoña el espejismo de instalaros en La Moncloa y poneros a decorarla, a tunearla, como un par de okupas? Porque eso es lo que sois. No puedes legislar. Tampoco puedes gobernar en ninguno de los sentidos del término, lejos de cualquier mayoría minoritaria y con mayoría absoluta del PP en el Senado y despreciando olímpicamente a tus compañeros de viaje con un gobierno monocolor que es una colección de fracasos. ¿Quién ha votado a Meritxell Batet? ¿Quién, a la portavoz, Isabel Celáa, de este gobierno pirata? Porque no tienes derechos de propiedad ni de usufructo: eres, reitero, un okupa en La Moncloa. Das para un sainete o para una teleserie mala.
No eres ni un progresista ni un modernizador, verborragia y bisutería barata. No eres más que un oportunista, descarado; el líder de la menguante hueste de la caverna fiscal, depredadora del trabajo ajeno, una colección de inútiles burócratas jugando al márketing político. Te recuerdo, Pedro Sánchez, que eres el candidato que peores resultados ha obtenido en las urnas de la historia del PSOE y que las encuestas te eran adversas, situando en descenso. Tus ideas son rancias y una buena parte de ellas estrictamente estúpidas; una colección de clichés y patentes de corso para vivir parasitando del Presupuesto; un ejecutivo postmoderno y europeísta en una Europa que está arrinconando y exorcizando tu ideología nefasta y reaccionaria.
Eres el hijo putativo de un dios menor, el supersticioso de un laicismo periclitado. ¿Por qué no te atreves, chuleta de tres al cuarto, a quitar la Semana Santa de Sevilla o de Málaga? Prometes por una Constitución que vas a poner en almoneda, a vender en el primer baratillo. Has empezado por conceder, de manera infame, toda la representatividad de Cataluña a los separatistas, de los que pretendes ser el caballo de Troya. Ninguno de tus planes se van a llevar a efecto. Todo se te torcerá. Y dejarás claro que es preciso acabar con esos privilegios abusivos, que son corrupción institucional, de los puestos en el Consejo de Estado, de los años cobrando el sueldo ministras y ministros a cual más inútil, sea cual sea su orientación sexual.
Vas a ser el rey Midas invertido. Todo lo que toques se convertirá en mierda. El rey Mierdas vas a ser. Y entonces, a la postre, experimentarás la sabiduría del gran Quevedo: no hay lisonja sin puñalada. Muchos son hoy las lisonjas…