Pablo Barron. Delegado de Rambla Libre en Galicia.
Hacía mucho que no vivía una sesión en el Congreso de los Diputados justo el día anterior a la moción de Censura que «jubiló» a Mariano Rajoy. Día para mi que empezó por recuperar caras de distintos grupos políticos que hacía mucho que no saludaba.
El Congreso era un hervidero, las quinielas sobre si o no se concretaría la moción, se convirtió en monotema y desde luego nadie lo tenía claro. Muy temprano, fuera del Congreso esperando a mi equipo, saludé a Joan Tardá, tenía muy claro su sí a la moción, pero no se si tan claro tenía que saliese adelante…
Ya dentro, en la zona de prensa no había un hueco, la rumurología se disparaba, un dato muy curioso me hizo pensar que algo importante pasaría. Ningún político cogía el teléfono, gran desconcierto en la información que en los distintos directos había que comentar, insisto nadie tenia claro nada. Había entonces que verlos dentro, terminé de saludar a los compañeros y para dentro.
Carolina Bescansa, feliz y convencida de que todo saldría bien. Igual estaba Yolanda Díaz, por cierto, ya con su futuro político vinculado a Podemos, que nadie lo dude. En el PP, en general nervios contenidos y (excepto un número que se cuentan con los dedos de una mano) convencidos de que Rajoy tenía que irse, algo que ahora nadie reconoce. Toda la legislatura del gobierno del PP tuvo dos vías de comunicación que decían una cosa y la contraria, esa mañana todos eran uno, por primera vez en toda la legislatura.
Nervios también, aunque con un optimismo tal vez desmesurado en el grupo socialista, nadie dudaba que esta vez saldría adelante la moción, ni siquiera los enemigos íntimos del hoy presidente, algo que tampoco hoy nadie reconoce, todo el mundo es «Sanchista» a estas alturas.
Ciudadanos a mi, como todos supondréis me mira de reojo, casi no me cruzan palabra alguna, reconozco que solo pude detectar nervios y desilusión, no estaban las cosas como el «Mesías» Rivera quería.
Los vascos ambiguos y sabedores que eran decisivos, solo ellos sabían lo que pasaría y que todo cambiaría.
Rajoy, el gran esperado, no aparecía, enseguida supe que no lo haría hasta la mañana siguiente, la de la moción, las fuentes internas me lo confirmaron. Mariano pidió que por su improvisado cuartel general pasasen todos sus fieles. El teléfono del expresidente seguía sin descolgarse para nadie. Era la hora de jugársela, de ir decidiendo en que opción se estaba. Quedaba partido, conociendo un poco a Mariano era fácil deducir que le quedaba un as en la manga, lejos de la dimisión que le pedían todos los grupos. Casi ocho horas de incertidumbre, con la duda de la dimisión o no de Mariano. La oposición pidiéndosela y el atrincherado sin dar pistas. Las quinielas seguían cubriéndose sin éxito. Por la noche fue la última llamada a los vascos ahí conoció que los 6 lo echarían de La Moncloa, se comunicó que no dimitiría como así fue, y tragó la pérdida de la primera moción de censura de la democracia, noqueado Mariano aguantó el tipo como pudo.
Hubiera perdido, (si yo que reconozco conocer a Mariano), me dan como bueno, ese final y soportar estoicamente una democrática humillación, siempre creí, que dimitiría antes de la humillación.
EL DIA DESPUÉS
El día después fue también muy intenso. Se vivió con mucho recelo y dudas sobre el precio que habría que pagar por el hecho histórico de sacar adelante una moción de censura a los populares contando con todos los votos anticonstitucionalistas. Sánchez ofreció todo, ahora hay que cumplir. De las promesas se habló todo el día en los pasillos del congreso. Y las apuestas sobre cuánto durará el nuevo gobierno era el otro asunto protagonista. También se detectó la lógica situación incómoda de Ciudadanos. Rivera y su ejército de aplaudidores, no habían conseguido ninguno de los objetivos, sólo les queda abogar por unas prontas elecciones, justo en ese punto es donde están ahora las quinielas.
Podemos y afines se contorneaban hablando de ministerios, dando lecciones de una ética que como el valor en la mili, «se le supone» ,pero que hasta la fecha brilla por su ausencia.
La sensación de haber vencido a Mariano Rajoy estaba presente en todo el hemiciclo y eso simplemente daba sensación de cambio.
Fuera del Congreso en la calle Génova, se vive la dimisión de Rajoy, algo de lo que nadie tenía ni idea. Se lamió las heridas con una entereza sin igual, y sucedió lo que sucede casi siempre cuando alguien se muere, solo se hacen elogios y lecturas positivas. Del sucesor y demás se hablaría en una reunión posterior, luego os cuento cosas en este sentido…
Y AHORA ¿QUÉ ?
El nuevo inquilino de La Moncloa Pedro Sánchez, tengo que reconocer que empieza bien, por lo menos en mi opinión y hasta la fecha. Configuró un Gobierno monocolor socialista como tiene que ser, lleno de técnicos para cada ministerio, despejó la primera duda sobre las promesas a cambio del sí. Ahora le queda la pelea con Cataluña y los denominados presos políticos. La oferta a los vascos, que no traicionaron gratis y algún asunto más que dejaremos para otro análisis.