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Pablo Iglesias lanza a Podemos al “Holocausto plebiscitario”

Redacción




Enrique de Diego.

Como un niño que ha sido pillado en falta y no quiere asumir ls consecuencias de sus errores, Pablo Iglesias lanza a Podemos al “Holocausto plebiscitario” para que legitime su capricho inmobiliario –la compra de la casa es emocional- y, al tiempo, establezca su dominio en términos de tiranía irrestricta: el líder puede hacer lo que quiera, incluso ser incoherente.

El término “Holocausto plebiscitario” ha sido acuñado por el diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid, Isidro López, y describe la realidad. Se trata de un plebiscito: sólo hay una opción, el sí, pues el no carece de alternativa. Es un “Pablo Iglesias o el caos”.

Pablo Iglesias considera Podemos no un partido surgido del movimiento del 15 M, ni una organización de masas, sino hechura propia, estricta proyección personal. Puede que no le falte razón en ello, pero ahora está dispuesto, en su soberbia, a destruir a la criatura.

Cuando Hindenburg murió el 2 de agosto de 1934, Adolf Hitler concentró los poderes de jefe de Estado y de canciller, oficiales y soldados juraron “obediencia incondicional al Führer”. La nueva situación fue sometida a plebiscito y respaldada por el 84,6% de los votos. Los plebiscitos no forman parte de la tradición democrática; son un completo falseamiento de la democracia.

Isidro López, de la corriente anticapitalistas, acusa a Iglesias y Montero de “dinamitar Podemos como organización” y considera que con el plebiscito la organización queda reducida a “un aparato de legitimación de los caprichos de los líderes”.

Más posiciones críticas. Pablo Padilla, también diputado en la Asamblea de Madrid: «Reconocer los errores, asumir los defectos, encajar las críticas, estar dispuesto a cambiar de opinión, escuchar, rodearte de gente que no sólo te dice lo que quieres oír y no huir hacia adelante». Marcos Martínez Roma, ex miembro del Consejo Ciudadano Estatal: es «una indecencia ética» cargar sobre la militancia «las consecuencias de sus actos«. Germán Cano, también antiguo miembro del Consejo Ciudadano Estatal: «esta huida hacia adelante revela que no hay nadie al volante. Hay que juzgar bien, no cerrar filas por cerrar filas». Súmese José María González, Kichi, con su postura de vivir como las personas a las que se representa.

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Por el contrario, llama poderosamente la atención la grosera histeria manipuladora desarrollada por algunos:

1.- Desmentir, acusando con mostrencos juicios de intenciones, lo que nadie ha dicho:

  1. a) El caso más claro es el José Carlos Monedero, quien cada vez pierde más los papeles, para quien “los malditos rojos no tiene porque vivir debajo de un puente”.
  2. b) La misma técnica, si bien con menos aspavientos, en Ada Colau: “se ha inflado tanto que parece que es robar”

2.- Situar un hecho público, que contradice declaraciones anteriores de Pablo Iglesias, con una indubitable y profunda incoherencia, en términos de privacidad. La que ha llegado más lejos por esta línea de osada tergiversación ha sido Irene Montero para quien se trata de “vida privada”, de “acoso y destrucción”, de “destruir a quienes quieren cambiar las cosas”. Monedero, que se ha instalado en el ataque de nervios, lo reduce todo a que alguien ha tenido el mal gusto de publicar la ecografía de los niños, y alguien de filtrarla. Periodismo basura, desde luego, pero pura tinta de calamar.

3.- Deslegitimar la crítica con descalificaciones morales. Jorge Verstrynge, quien obviamente no puede sumarse a eso de la privacidad, pues notoriamente él participó en un escrache, considera que es que en España hay mucha envidia (sic). También aquí despunta Monedero con sus “matemáticas para odiadores”, en donde ha demostrado sus dotes para la manipulación irrestricta y su nulo conocimient de matemáticas. Al fin y al cabo, el marxismo, aún en su vertiente más de detritus como la que maneja Monedero, es una ideología de odio, la mayor ideología legitimadora del odio producida por el ser humano.

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El error personal de Pablo Iglesias e Irene Montero, ese proyecto de familia, se va a trasladar a toda la organización en una mascarada que hundirá en el ridículo a Podemos. ¿Y si una abrumadora mayoría se abstiene cuáles serían las consecuencias?