Yolanda Cabezuelo Arenas.
En el poblado de La Cabuya, en la República Dominicana, la familia de Ana Julia Quezada se ha enterado del asesinato de Gabriel Cruz por las redes sociales. Han tenido que cerrar sus cuentas por no soportar la cantidad de insultos que están lloviendo sobre su hija y sobre su hermana. La madre, Juana Cruz, echa la culpa al demonio; los hermanos Juan José y Lucía creen que se le ha tendido una trampa. No quieren creer que Ana Julia es el monstruo capaz de arrebatarle la vida a un niño pequeño con sus propias manos.
En cambio Ana Julia Quezada es la autora confesa del asesinato, y además pesa sobre ella la sospecha de haber causado también la muerte de su propia hija, precipitándola por la ventana de un séptimo piso. La misma persona que lloraba con desconsuelo al entregar a la Guardia Civil la camiseta de Gabriel, colocada por ella misma, y que ha dormido plácidamente las noches posteriores a su detención. La misma a quien su madre pregunta hoy si está loca (les pido por favor que reparen un momento en ésto, porque más adelante vamos a comentar este detalle), después de pedir perdón al pueblo de España, y al dominicano.
La frialdad de esta mujer causa temor: cuesta comprender que haya podido contemplar el sufrimiento de estos padres, más de cerca el de Ángel Cruz, y que les haya consolado; la sangre fría con que que ha escuchado los mensajes que de forma subliminal le dirigía Patricia con la esperanza de conmoverla y de recuperar a su hijo; el simple detalle de ponerse la camiseta con el mensaje de “Todos somos Gabriel” es de un cinismo impresionante. Incluso el hecho de haber estrangulado a una criatura, y sentido cómo se le escapaba la vida entre sus dedos, define a Ana Julia como una persona monstruosa.
Durante el registro, una vez detenida, de la finca de Rodalquilar y del piso en el que convivía con Ángel Cruz en La Puebla de Vícar, Ana Julia sigue mostrando la misma frialdad que asombra y repugna a los agentes de la Guardia Civil, hasta que la gente la increpa en la calle al grito ¡de Asesina!, y casi es agredida por una chica; ese odio sirve al menos para que, al sentirlo volcado sobre su persona, la asesina de Gabriel Cruz se derrumbe y confiese.
No obstante, incluso habiendo ya confesado, Ana Julia mantiene la sangre fría necesaria para orientar su confesión de forma que pueda exculparla, o al menos reducir la gravedad de los cargos. En un primer momento, sin duda influenciada por el argumento de algún culebrón, intenta hacer creer que actuó en defensa propia porque el niño la atacó. Hace esta afirmación desde su ignorancia y de forma instintiva, como lo hace su madre, Juana, lanzando el mensaje de que está loca desde La Cabuya: puesto que la defensa propia no se la va a creer nadie, prueban a ver si cuela la enajenación mental.
Quezada ha declarado que golpeó al niño con un hacha, y después le asfixió. Los detalles de la muerte de Gabriel los dará la autopsia, y entonces se harán evidentes las contradicciones, porque no dejan los mismos rastros en un cadáver un estrangulamiento que la asfixia por obstrucción de nariz y boca. Teniendo en cuenta la catadura de esta individua, sin duda serán más fiables las conclusiones científicas que todo lo que haya declarado.
EL PASADO DE ANA JULIA QUEZADA
Con 16 años llega a España Ana Julia Quezada, dejando una hija llamada Ridelca Josefina en la República Dominicana, por lo visto aconsejada por una tía. Entra a trabajar en un club de alterne de carretera cercano a Burgos, El Piccolo -que, curiosamente, significa “el pequeño”, en italiano. Allí conoce a Miguel Ángel, un camionero que se enamora de ella y la saca del prostíbulo. Ana Julia se mueve con rapidez para no volver al Piccolo ni a la República Dominicana, y se celebra apresuradamente el matrimonio.
La pareja se instala en la vivienda de Miguel Ángel, un piso humilde en la barriada Juan XXIII de Burgos, y posteriormente adquieren un piso en el Gamonal con el dinero que les toca en la Bonoloto en 2006. Ana Julia ya puede traerse a España a su hija mayor, que tiene 4 años. En el momento en que Ridelca Josefina entra en la familia se encuentra con que tiene una hermana, Jiudth, de dos años, hija de Ana Julia y Miguel ángel.
El camionero acoge a Ridelca como si fuera hija propia e incluso inicia los trámites de adopción, pero a los cuatro meses de su llegada la niña cae por una ventana del séptimo piso, y muere. En Burgos recuerdan con horror la reacción de Ana Julia, que elude prestar declaración aduciendo un ataque de nervios; se muestra fría e indolente. Parece ser que el padre adoptivo, Miguel Ángel, sintió más que su madre la muerte de la niña; y aunque los vecinos tenían la sensación de que había algo raro en el accidente, no se pudo demostrar nada: la versión oficial fue que la niña había caído por la ventana durante un episodio de sonambulismo.
Actualmente la muerte de Ridelca Josefina está siendo investigada, porque según los expertos cuando un cuerpo que ha caído al vacío aparece a más de tres meros de la pared, resulta más probable que haya sido empujado .
La familia de Miguel Ángel descubre que tampoco se puede confiar en la honradez de Ana Julia, que roba la tarjeta de su suegra para sacar del banco mil euros. El matrimonio se rompe por el procedimiento que la dominicana sabe más favorable para ella en España: denunciar por malos tratos a Miguel Ángel, con la correspondiente orden de alejamiento. Ana Julia se queda con la niña, interesada en la pensión que le pasa el padre, y a pesar de que la niña manifiesta que quiere estar con su padre. Hasta cumplir los quince años, Judith no puede hacer realidad su deseo.
A partir del momento en que queda libre de la obligación de vivir con su madre, apenas hay relación entre ambas.
Libre de marido, Quezada seduce a un sexagenario de Burgos, empresario de la Hostelería y enfermo de cáncer; con el dinero de este señor viaja hasta la República Dominicana para ver a su familia, y adquiere allí una casa de 45,000 euros. También deja de trabajar, puesto que es él quien la mantiene. Una hija de este señor, llamada Jessica, ha declarado que Ana Julia consiguió que su padre la nombrara beneficiaria de un seguro de vida, y que llegó a cobrarlo.
Según Jessica, la dominicana había empadronado a su padre en el domicilio de ella, y quiso casarse mientras estaba ingresado en el Hospital, prácticamente in articulo mortis. También ha declarado que Ana Julia se ausentó del Hospital para someterse a una operación de aumento de pecho mientras el hombre agonizaba, siendo ella y sus hermanos quienes han tenido que hacer frente al pago de ese crédito; y que aceptaron solicitarlo porque según la dominicana, la operación era de cáncer. Al menos los hijos pudieron recuperar las joyas que, según Jessica, había robado Quezada.
Pero todavía queda otro nombre más que añadir a la lista de amantes de Ana Julia: Sergio, un chico que trabaja en rotativas de El Diario de Burgos , con el que se traslada a Almería para instalarse en Las Negras. Era músico y forma un grupo con quienes ensaya en Las Hortichuelas. Ana Julia abre una cafetería, Black, que pone a su nombre. Poco después le dejaría por Ángel Cruz.