
Miguel Sempere.
La semana pasada, en las fiestas de Santa Coloma de Gramanet, una veintena de independentistas invadieron la caseta de Ciudadanos. Gritaban: «vosotros, fascistas, sois los terroristas». En qué sentido los centristas de Ciudadanos pueden ser identificados con los fascistas…Reivindicación su condición de españoles y los separatistas odian. Otro de l0s eslóganes en manifestaciones sediciosas es «refugiados, sí, españoles, no«. Todas las manifestaciones españolistas o las que, por ejemplo, protestan por la instalación de mezquitas, son contestadas de forma violenta por grupos independentistas que actúan como contramanifestantes.
Como dice un joven abogado de Barcelona, «aquí los conocemos bien, son violentos«. Tienen, además, impunidad. Ni el delito de sedición ni el odio han sido tipificados para ellos. Las juventudes de la CUP asaltan sedes de partidos políticos, sin ser ni tan siquiera identificados por la Policía. Se han pegado palizas a una joven por llevar una bandera de España y un 12-0 a una niña por vestir la camiseta de la selección española.
Este matonerismo se compagina, curiosamente, con un discurso victimista y pacifista, como si estuvieran contestando a una violencia estructural, cuando la están ejerciendo. En el ámbito de Cataluña, participan del monopolio de la violencia que corresponde al Estado; lo comparten. Un esquema muy similar a las SA nazis o a los chequistas comunistas.
Desde hace décadas, el control del espacio público es total. Tanto mediante esa violencia como a través de una propaganda capilar puesta en práctica con dinero público. No hay el más mínimo atisbo de debate. Todos cuantos antes organizan ayuntamientos, diputados y Generalitat son monocordes y monocolores. Todo gira en contra de España y a favor de la independencia. Es un proceso de ingeniería social en el que se han gastado ingentes cantidades de dinero.
El separatismo se ha convertido en un buen negocio, en un modus vivendi. El separatismo político sugiere que atiende a las demandas de un separatismo que emana de la sociedad civil. Nada más mendaz. Las asociaciones separatistas están subvencionadas y son altavoces de los políticos; son una prolongación de la Generalitat. Omnium Cultural, presidida ahora por Jordi Cuixart, recibió entre 2005 y 2010, 13 millones de euros. En el año 2014, 6,6 millones de euros. Es la niña mimada de la Administración: todas las consellerias contribuyen. Cuenta con 55 empleados a tiempo completo. El Institut Català de les Empreses Culturales se encarga de mantener alimentado de dinero del contribuyente. También está como receptora la Asamblea Nacional Catalana, presidida por Jordi Sánchez, y la Asociaciació de Municips per la Independencia (AMI), que lidera Neus Lloveras. Esas tres patas son la punta del iceberg, luego hay una constelación de asociaciones y ONG. Todas ellas bastante opacas y no publican sus cuentas. Algunas han recibido donaciones relacionadas con el 3%.
Un arma fundamental del amedrantamiento y el adoctrinamiento son los medios de comunicación, que todos son oficiosos y militantes. Como dice Gregorio Morán, recientemente represaliado en La Vanguardia, «los medios de Cataluña están al servicio de la Generalitat, que es quien les paga«. Y paga bien: el grupo Godó de La Vanguardia recibió 1 millón de euros por el segundo semestre de 2014. La partida para los medios ha aumentado continuamente, y se dispara cuando hay cita electoral o un hito en el camino a la independencia.