Enrique de Diego.
A usted se le ha acabado el crédito, Ada Colau. Es usted una excrecencia de la crisis y el producto del márketing oscuro del suicidio de toda una sociedad. Si usted hubiera hecho sus deberes mínimos, hoy 14 personas (dejo fuera a la buena señora de Cambrils) estarían vivas.
Es sencillo de entender el porqué no puso usted bolardos en Las Ramblas. Era reconocer que su ensoñación de la corrección política es una completa mentira, una falsedad vendida a fuerza de propaganda, una negación absoluta de la realidad. Y entre la ideología de detritus en la que usted milita y la realidad, usted apuesta por la ideología, que es la que le permite contar con el apoyo de los medios de las élites degeneradas y destructivas.
Usted debería ir pidiendo perdón a todos y cada uno de los barceloneses, empezando por las familias de las víctimas. Tiene toda la razón el Padre Santiago Martín, al que conocí en la redacción de Abc, cuando ha puesto en evidencia su infinita negligencia. Usted, Ada Colau, no es más que lo peor de lo peor del sistema. Usted tendría que pedir perdón a los vecinos de la Calle Japón, en Nous Barris, a los que no escucha, cuando consideran que poner una mezquita en su calle es hundirles, someterles a la inseguridad y al conflicto, pero usted se inventa esos nuevos pecados de su religión amorfa de la islamofobia.
Usted no dice más que estulticias que hilvana con verborragia dicharachera. Esas consignas y red de dogmas vacuos, con frecuencia groseras tonterías irracionales, desde las que usted y sus pisarellos se sitúan en la posición de toscos inquisidores para destruir la civilización cristiana de la libertad que ha costado milenios construir y sin la que la especie, simplemente, no sobrevivirá.
A usted le iban a volar la Sagrada Familia, esa misma maravilla de fe del gran Antonio Gaudí, a la que usted pidió ¡la licencia de obras! Usted tiene en común con los integristas musulmanes, en distintos grado y por distinta motivación, su odio al cristianismo. Usted cada Navidad se cisca en la Natividad del Señor con hiriente estupidez postmoderna. Usted financió en los Premios Ciudad de Barcelona una desagradable blasfemia que, claro, defendió como muestra de creatividad y libertad de expresión.
Y, al tiempo, usted se ha gastado 102.000 euros en un plan contra la islamofobia, que es lo que a usted le ha estado preocupando en su Barcelona, «Ciutat des Drets«. Plan en el que sus antropólogos de corta y pega han denunciado cosas como que si un musulmán con barba va a una entrevista de trabajo no lo consigue. Pero es que en todo el mundo islámico los integristas salafistas son conocidos como los «barbudos», por imitar a Mahoma quien tenía barba de un puño. O que no son miradas con simpatía las mujeres veladas, que hacen ostentación de su condición inferior. ¿Con este azote de terrorismo cruel e indiscriminado salido de las mezquitas, es que usted y sus nuevos clérigos laicos del nihilismo creen que se puede mirar a los musulmanes con simpatía? ¡Han perdido ustedes el juicio en su bacanal de mentiras!
Usted es una cruzada odiosa y pecadora
La nota dejada por el imam de Ripoll en Alcanar dice: «En nombre de Alá, El Misericordioso, El compasivo. Breve carta de los Soldados del estado Islámico en la tierra del Ándalus para los cruzados, los odiosos, los pecadores, los injustos, los corruptores». Usted, que tan preocupada está por el odio, ¿quién odia? ¡Los cristianos no odian! Usted, para los integristas, es una cruzada, cruel ironía. ¿Se imagina el odio acumulado e irrestricto que se precisa para ir haciendo eses matando al mayor número de gente o para pegarle una puñalada a un buen hombre, cooperante en Haití, o para coser a puñaladas a una mujer en Cambrils? ¿De qué odio está usted y sus pisarellos y sus antropólogos de cámara están preocupados?
¿Qué ofrecen ustedes con su ideología de detritus? ¿Qué ofrecen tras su odio al cristianismo? Detrás de sus dogmas vacuos lo que se avizora es el caballo de Troya de la cruel intolerancia islámica, lo que han aventado ustedes son las bases de un terrible conflicto interno, inventado, creado y subvencionado.
¿De que se reía usted, Ada Colau, en la manifestación de repulsa en la que la buena gente trataba de exorcizar su miedo con gritos atribulados de «no tinc por«? Porque el desastre de su gestión, la destrucción de los últimos resortes morales de una sociedad que se tambalea, maldita la gracia que tiene, aunque esa labor de piqueta le sea a usted muy rentable.
No van a poder los medios subvencionados seguir imponiendo su tiranía protectora, porque lo que Cataluña y Barcelona precisan es un plan contra la cristianofobia, que usted practica, y de defensa de la libertad, que usted amenaza.
Carta abierta al incompetente y estomagante Gerardo Pisarello