El apagón del pasado 28 de abril de 2025 en España, que dejó sin luz a gran parte de la Península Ibérica no solo paralizó el país, sino que desató una ola de desinformación que expuso la irresponsabilidad de medios de comunicación y del propio Gobierno. Dos bulos destacaron en medio del caos: la idea de que un ciberataque ruso había causado el colapso y la exageración de que el apagón había sumido a toda Europa en la oscuridad. Lejos de ser meras especulaciones ciudadanas, estas falsedades fueron amplificadas por la negligencia de quienes debían garantizar claridad y verdad: los medios y las autoridades.
Desde el primer momento, la hipótesis de un ciberataque se coló en el discurso público. A las pocas horas del apagón, que comenzó a las 12:30, circularon rumores de que hackers rusos, en un supuesto acto de sabotaje, habían tumbado la red eléctrica. Algunos medios, ávidos de clics y titulares sensacionalistas, no dudaron en dar pábulo a esta teoría sin pruebas. Informes iniciales mencionaban al Centro Criptológico Nacional (CNI) y al Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) investigando un posible ataque informático, pero estos eran solo protocolos estándar, no confirmaciones. Sin embargo, titulares como “¿Ciberataque ruso detrás del apagón?” se multiplicaron, alimentando el miedo en un contexto geopolítico ya tenso por la guerra en Ucrania. La realidad, confirmada un día después por Red Eléctrica Española, fue mucho menos cinematográfica: no hubo ciberataque, sino un fallo técnico relacionado con un desequilibrio de voltaje y una desconexión en la generación eléctrica.
El segundo bulo, igual de dañino, fue la afirmación de que el apagón había afectado a “toda Europa”. En redes sociales se habló de cortes en Alemania, Finlandia o Países Bajos, pero la prensa, que debería haber verificado estos datos, contribuyó a la confusión. Algunos medios publicaron que el apagón había “paralizado Europa”, cuando en realidad solo afectó a España, Portugal, el sur de Francia y, posiblemente, Marruecos. Esta exageración no solo desinformó, sino que generó pánico innecesario, haciendo creer a la población que estaban ante una crisis continental sin precedentes. La verdad, según fuentes como Maldita.es, es que países como Alemania o Italia apenas registraron interrupciones menores, y el problema se concentró en la Península Ibérica.
¿Y dónde estaba el Gobierno mientras estos bulos se propagaban? Pedro Sánchez, en su comparecencia del 28 de abril, pidió a la ciudadanía “informarse por canales oficiales” y evitar rumores, pero su discurso fue tan vago que dejó un vacío que la desinformación llenó rápidamente. Sánchez admitió que “no había información concluyente” sobre las causas, pero no desmintió con contundencia las teorías del ciberataque, a pesar de que organismos como Red Eléctrica y la propia Comisión Europea, a través de Teresa Ribera, ya descartaban esa posibilidad desde el principio. Esta tibieza permitió que la narrativa del sabotaje ruso, que incluso llegó a atribuirse falsamente a declaraciones de Ursula von der Leyen en un supuesto artículo de CNN, se extendiera como la pólvora. El Gobierno, en lugar de liderar con hechos y datos, dejó que la incertidumbre alimentara el caos informativo.
Los medios, por su parte, tienen una responsabilidad ineludible. En su afán por ser los primeros en “informar”, muchos optaron por publicar especulaciones sin contrastar, como la idea de un ciberataque o la magnitud del apagón en Europa. La falta de rigor periodístico no solo dañó su credibilidad, sino que polarizó a una sociedad ya nerviosa por la falta de luz, transporte y comunicaciones. Mientras tanto, el Gobierno, que debería haber sido un faro de claridad, falló en ofrecer respuestas rápidas y contundentes, permitiendo que los bulos se enquistaran.
El apagón del 28 de abril no fue un ciberataque, ni sumió a Europa entera en la oscuridad. Fue un fallo técnico agravado por una gestión deficiente y una transición energética mal planificada, como ya se ha señalado en otros análisis. Pero los bulos que surgieron no fueron solo culpa de las redes sociales o de ciudadanos despistados: medios y Gobierno, con su negligencia y falta de liderazgo, los alimentaron. En un mundo donde la información es poder, ambos demostraron que, a veces, el mayor apagón no es el de la luz, sino el de la verdad.