Durante el régimen de Francisco Franco (1939-1975), España emprendió un proyecto visionario para consolidar su independencia energética mediante la construcción de un extenso programa de centrales nucleares. Este plan, concebido en un contexto de posguerra y desarrollo económico, buscaba posicionar al país como una potencia energética, reduciendo su dependencia de combustibles fósiles importados y aprovechando la emergente tecnología nuclear. Aunque no todas las proyecciones se materializaron, el legado de este esfuerzo sigue siendo objeto de debate en la España contemporánea.
Orígenes del plan nuclear franquista
El interés de Franco por la energía nuclear se gestó en los años 50, en plena Guerra Fría, cuando el átomo se presentaba como la solución para las necesidades energéticas del futuro. España, un país con recursos energéticos limitados, dependía en gran medida del carbón y el petróleo importado, lo que la hacía vulnerable a las fluctuaciones internacionales. La creación de la Junta de Energía Nuclear (JEN) en 1951 marcó el inicio de la apuesta por el desarrollo nuclear, con el objetivo de formar expertos, gestionar recursos de uranio y establecer alianzas tecnológicas con potencias como Estados Unidos y Francia.
El régimen vio en la energía nuclear una oportunidad para impulsar el desarrollo industrial y alcanzar la autosuficiencia energética. Según José Luis Orella, en 1975 España ya era la séptima potencia nuclear del mundo, un logro notable para un país que apenas una década antes carecía de infraestructura nuclear. El plan nuclear franquista se diseñó con metas ambiciosas: se proyectaron hasta 41 centrales nucleares con 41 reactores, que debían estar operativas para 1983, según algunos cálculos de la época.
Estrategia y desarrollo del programa
El programa nuclear de Franco se estructuró en varias fases, desde la identificación de ubicaciones hasta la construcción de infraestructuras y la instalación de reactores. La JEN desempeñó un papel clave en la formación de científicos e ingenieros, muchos de los cuales fueron entrenados en laboratorios europeos y estadounidenses. Además, se fomentó la colaboración con empresas privadas del sector eléctrico, como Iberduero y Unión Eléctrica, que asumieron la construcción y operación de las centrales bajo el modelo de contratos «llave en mano» con fabricantes extranjeros, principalmente estadounidenses (Westinghouse) y franceses (Framatome).
Entre los hitos del programa, destaca la construcción de las primeras centrales nucleares españolas: Zorita (1968), Garoña (1971) y Vandellós I (1972). Estas plantas, aunque modestas en comparación con los estándares actuales, representaron un avance tecnológico significativo y sentaron las bases para proyectos más ambiciosos. El régimen también promovió la exploración de yacimientos de uranio en regiones como Salamanca y Cáceres, buscando garantizar el suministro de combustible nuclear.
El plan nuclear no solo tenía un componente energético, sino también político y económico. Franco y sus asesores, influenciados por el desarrollismo de los años 60, consideraban que la energía nuclear era esencial para sostener el «milagro económico español». La construcción de centrales nucleares generaría empleo, impulsaría la industria pesada y consolidaría la imagen de España como una nación moderna y soberana.
Obstáculos y críticas
A pesar de su ambición, el programa nuclear de Franco enfrentó numerosos desafíos. En primer lugar, la dependencia tecnológica de países como Estados Unidos y Francia limitó la autonomía del proyecto. Las centrales se construyeron con tecnología extranjera, y España carecía de capacidad para desarrollar reactores propios. Además, los elevados costos de construcción y mantenimiento llevaron a cuestionamientos internos, incluso dentro del propio régimen. Según algunos usuarios en X, el Opus Dei y otros sectores influyentes convencieron a Franco de frenar el programa debido a su alto costo y a la obsolescencia de algunas tecnologías propuestas.
Otro factor crítico fue la oposición social y política que comenzó a surgir en los últimos años del franquismo. Las preocupaciones por la seguridad nuclear, los riesgos ambientales y la gestión de residuos radiactivos generaron rechazo en algunos sectores, especialmente tras accidentes internacionales como el de Three Mile Island (1979). Estas inquietudes se intensificaron con la llegada de la democracia, cuando el gobierno socialista de Felipe González impuso una moratoria nuclear en 1984, paralizando la construcción de nuevas centrales.
El impacto de la moratoria y el legado del plan
La moratoria nuclear de los años 80 marcó el fin de las ambiciosas proyecciones de Franco. De las 41 centrales previstas, solo se construyeron siete, que operan un total de nueve reactores. Estas plantas, como Almaraz, Cofrentes y Trillo, siguen siendo fundamentales para el suministro eléctrico español, aportando cerca del 20% de la electricidad del país en 2024. Sin embargo, la decisión de no continuar con el plan original convirtió a España en un país dependiente de fuentes energéticas externas, un problema que algunos usuarios en X atribuyen a las políticas de los gobiernos democráticos.
Críticos del régimen argumentan que el plan nuclear de Franco era excesivamente ambicioso y basado en tecnología obsoleta, lo que habría generado riesgos innecesarios. Por otro lado, defensores del proyecto sostienen que, de haberse completado, España habría alcanzado una independencia energética comparable a la de Francia, que hoy obtiene el 70% de su electricidad de la energía nuclear. Este contraste ha alimentado un debate polarizado, con algunos sectores nostálgicos del franquismo acusando a los gobiernos democráticos de desmantelar un proyecto estratégico.
Conclusión
El plan nuclear de Franco fue una apuesta audaz por la modernización y la soberanía energética de España, concebido en un momento de transformación económica y tecnológica. Aunque logró hitos significativos, como la construcción de las primeras centrales nucleares, su alcance se vio truncado por limitaciones económicas, dependencias tecnológicas y cambios políticos tras la muerte de Franco. Hoy, en un contexto de transición energética y debate sobre el papel de la energía nuclear en la lucha contra el cambio climático, el proyecto franquista sigue siendo un punto de referencia para reflexionar sobre las decisiones energéticas del pasado y sus implicaciones para el futuro. ¿Podría España haber sido una potencia nuclear de no ser por la moratoria?