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El fútbol lésbico, engendro del pútrido wokismo, se ahoga sin subvenciones

Redacción




Javier de la Calle:
En agosto de 2023 la selección lésbica ganó el Mundial, un éxito que quedó opacado por el drama construido por Jenni Hermoso y el beso del macarra de Luis Rubiales. El fútbol femenino se frotó las manos. El triunfo en Sídney debía suponer una lluvia de dinero. Año y medio después, la situación es bien distinta. Cuando las jugadoras han salido en primera plana, una parte de la sociedad española les ha mostrado su asco sin que apenas trascienda nada de sus procederes. La asistencia a los partidos de la liga femenina se mantienen en cifras propias de deporte amateur. Los patrocinadores no tienen interés alguno en patrocinar un deporte que solo es conocido por sus polémica reivindicaciones.
Pero para llegar a ese presente se ha recorrido un turbio pasado. El fútbol femenino no es algo nuevo. En España se disputan torneos desde los años ochenta, los cuales tenían la repercusión propia del escaso interés que levantaban. Hace menos de una década, cuando el wokismo dio un impulso en el nombre de la Agenda 2030, España no podía ser menos con Irene Montero y sus amigas. Nike y Adidas presionaron a los equipos para que apostasen por secciones femeninas. El Consejo Superior de Deportes inyectó dinero directamente del presupuesto público, con la intención de realizar una inversión que permitiese despegar al fútbol lésbico.
Para ganarse el favor de la prensa, se utilizó a Iberdrola, una empresa íntimamente ligada al poder, que inyectó publicidad con la excusa del fútbol lésbico. Este es el motivo por el que se oculta el siguiente paso: las subvenciones vencen esta temporada, y el Gobierno tendrá que aprobar la concesión de más dinero. Además, los equipos que sustentan estas secciones con dinero procedente del masculino están cansados de perder dinero. La economía española no aguanta a más sectores improductivos, y el fútbol femenino es uno de ellos.