Enrique de Diego.
Es un abogado de prestigio mítico, bregado en mil batllas; le han ofrecido muchas veces ser miembro del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial, pero ha desestimado las ofertas, como Ulyses despreció los cantos de sirena, para mantenerse libre e independiente en el ejercicio de la noble profesión de la abogacía.Y es amigo mío. En el caso de Ignacio PaniAguado, de infausta memoria, en el recurso a la Audiencia Provincial, es el autor del párrafo fundamental, que significó mi absolución, en el que afirma que Ciudadnos hizo como Calígula cuando mandó prostituir a las esposas de los senadores, para paliar las deudas del Estado. Es decir, no era ilegal la medida, por no estar tipificada, pero era, claramente, inmoral.
Entonces, decidí enviarle la denuncia ante el Colegio de Abogados de Elche contra el letrado Jaime Sirvent Sala, dentro de «El proceso», ilicitano, de Fran Kafka. Esta es la contestación: «Estupenda. ¡Le va a picar! Es infame que un abogado no se ponga en contacto con su cliente, eso es hasta delito, pero el colegio se lo permite. No elabora un protocolo de defensa penal de oficio. Vamos, cuando yo era abogado de oficio, iba a la cárcel si el cliente estaba preso, pagando los gastos por mi cuenta. No hacía un escrito de defensa sin entrevistarme con el cliente; en fin estos abogados son parte de los «infrahumanos» aniquiladores de la esencia humana».
Me siento estafado por Jaime Sirvent Sala y por el letrado de la Administración de Justicia, Antonio Suárez Vergara. Ni tan siquiera conzco a quien dice ser mi abogado, que ha presentado escritos sin mi conocimiento y me intenta cobrar por un acuerdo extrajudicial que lleve yo a efecto, sin intervención alguna del tal Jaime Sirvent Sala. Si se consuma la tropelía recurriré al Tribunal Constitucional.