Enrique de Diego.
Con el corazón destrozado, tengo que rectificar completamente y proclarmar que el liberalismo, ideología en la que he militado desde que tengo uso de razón intelectual, es una gran mentira y un completo fraude. Ya he empezado a hacerlo en el capítulo 2 de mi libro «El virus woke» con la crítica y demlición de Karl R. Popper, un fatuo promotov de la diversidad que tanto horror nos está causado y causará. Me remito a ese capítulo para no entretenerme con tamaño fraude intelectual.
Pero es que todo el liberalismo es una estafa intelectual desde Friedrich Hayek hasta Ludwin von Mises y toda la escuela austriaca a quien un día, antes de 2020, seguí con devoción.
El liberalismo se cae desde su paradigma de la capitalización: el capitalismo encuentra sentido mediante la capitalización, de forma que los productos y adelantos que hoy son caros se vuelven baratos al popularizarse de forma que la capitalización es buena porque permite investigar y ofrecer servicios más económicos al gran público.
Y entonces, ¿dónde queda el complejo militar industrial o las farmacéuticas o los fondos de inversión como Blackrok?. Un liberal contestará siempre que son oligopolios que consiguen del Estado sus privilegios y prebendas, pero que en una situación liberal perfecta de competencia no podrían actuar así. Pero el caso es que hemos sido atacados por los multimillonarios con más saña que la vista desde tiempos de Noé, se ha engañado a la gente para que participara en su propio sacrificio propiciatorio con las timo vacunas. Es un ataque liberal. «Un milagro del capitalismo», como sentenció algún papanatas.
¿Cómo se resarce el daño? Con juicios sumarísimos, la pena capital y expropiaciones de la riqueza. El tarado genocida de Bill Gates o Blackrock o los Rothschild o los Rocefeller no se pueden ir de rositas y su riqueza debe ser incautada, así incautada.
Otro paadigma liberal falso es que el libre comercio siempre beneficia al consumidor y de ahí deviene la glbalización. Mediante esta falacia, mediante este absurdo se ha llegado a la globalización que ha significado la deslocalización y una imagen como la de ver al presidente chino Xi Jinping, en la reunión del foro económico mundial, como el paladín del libre comercio. Cierto, beneficia al consumidor salvo cuando cierran su empresa para irse a fabricar a China. O a los agricultores cuando tienen que competir con productos agrícolas sin las trabas ni el cuidado sanitario. La globaliación como corolario del libre comercio es mala. Para estos casos es más justo y ético los aranceles. El lbre comercio sólo puede darse entre iguales en derechos. En China no aparece una clase media que reclame reformas, porque la tiranía china no lo permite. En ningún lado avanzan los derechos a lomos del libre comercio.
Según Adam Smith el carnicero nos sonríe porque nos quiere vender, pero más bien hemos visto que nos sonríe mientras afila el cuchillo para matarnos, o la jeringuilla.