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El monopolio del Estado, y de los muy malos, debe terminar con la liberalización de las armas

Redacción




Javier de la Calle.

Afirma Enrique de Diego que la resistencia al globalismo debe centrar sus esfuerzos en Estados Unidos, una idea que brillantemente expone en el «El virus woke», donde señala que de dicho país proviene el mal y de él vendrá la solución. En la España estival de las cervezas e Instagram los titiriteros usan el cuerpo caliente de un niño para adelantar sus delirios totalitarios.
El debate de las ideas, pero de las de que no son humo, las que afectan al día a día, es mucho más interesante en la campaña estadounidense. Una vez más, De Diego da en el clavo. J.D. Vance es la gran revelación de la precampaña, en la que como en España, se habla de inseguridad. El Partido Demócrata desliza sus intenciones de aumentar el control sobre las armas.
Y es que esa es la diferencia entre Estados Unidos y la Unión Europea. El pueblo americano aún está armado, como quedó de manifiesto durante los confinamientos, y se siente con la fuerza de desobedecer los delirios de líderes totalitarios. Es el momento de que en Europa se arrebate el monopolio de la violencia a los Estados. Las armas pululan libremente por las calles entre mafias, aquellas que cometen robos contra los ciudadanos de a pie.
Un monopolio que se combina con la creciente represión, en primera instancia fiscal y en segunda legal. Hay muchos ciudadanos, que bien informados, no aceptan las normas impuestos. O alguien se cree que quitando a los que viven de subvenciones y algún afeminado los hombres españoles están de acuerdo con que el Código Penal contenga diferenciaciones según el sexo del denunciado.