Enrique de Diego.
El acontecimiento político de la semana ha sido el debate entre Donald Trump y Quemala Harris, en el que el satánico globalismo había puesto tan histéricas esperanzas en una jovencita, de 60 años, bastante pasado el arroz, y que resultó un fiasco, un baño sin paliativos dado por Donald Trump, a pesar de los inmoderdos esfuerzos de los moderadores parcialísimos de ABC news. Estuvieron patéticos, una escoria globalista, histéricos, verificando, desmintiendo afirmaciones de Trump y sin entrar, por supuesto, en las gorseras mentiras de la incompetente Quemala Harris. Si se hubiera puesto a Antonio García Ferreras y Ana Pastor, o por poner otro ejemplo al mostrenco woke Emilio Domenech no hubieran sido más sectarios, que ya es decir. Para tirarlos al vertedero. A los moderadores de ABC news y a los hipersectarios de la secta.
En Sprinfield, Ohio, que debe ser la ciudad de los Simpsons, con 58.662 habitantes, Quemala Harris, la incompetente globalista, la esperanza de las satanoélites después de haber cometido fraude electoral y poner en la Casa Blanca a un demente senil, ha tenido la humorada, la broma macabra de meter con calzador a 24.000 haitianos, que se traen sus costumbres y no le hacen asco a un gato o a un pato del parque.
Aquí tienen un programa de la tv dominicana que confirma los hechos y habla de una reunión de los vecinos en el Ayuntamiento para protestar. Los haitianos no entienden que existen mascotas, ni que los patos del parque están acostumbrados a ser respetados y son fáciles de cazar. Y los haitianos, un pueblo muy poco o nada civilizado, como la incompetente de Quemala Harris, consideran un buen bocado, una exquisitez, un gato o un pato, y no entienden de leyes de bienestar animal, que allí se dedican al vudú.
Se entiende que los familiares de Tim Walz, el degenerado abuelete que presenta Quemala como vicepresidente, vayan a votar en masa por Donald Trump, porque las cifras de la gestión de Quemala Harris son pavorosas: 21 millones de emigrantes ilegales han entrado en Estados Unidos, durante el mandato de la gansa o la burra de Quemala, que no es una candidata jovencita, tiene más sobada el virgo de la entrepierna para ascender de forma nada feminista, sino que es ni más ni menos la vicepresidenta de los Estados Unidos, corresponsable entre otros desastres de una retirada vergonzosa, de una auténtica desbandada de Afganistán, que costó la vida de soldados norteamericanos, amén de material militar por mucho millones de dólares, y, gracias a Quemala, las mujeres ni pueden habla en público, son sombras, zombies. Ese es el pútrido feminimso de Quemala. Con este feminismo, las mujeres pueden darse por acabadas. Sólo por ese hecho Quemala debería tener la decencia de no presentarse en público e irse por donde amargan los pepinos.
Mentiras al peso, mentiras groseras, todo en Quemala es mentira cochina, como cuando dijo que su madre era de clase media, cuando Quemala es un braman hindú, la casta supeior de la India, y su abuelo es un rico terraniente, experto en organizar campos de concentración. Y Quemala estudió en la Universidad Howard, la carísima y elitista universidad para negros. Es una mentirosa compulsiva.
Quiere llevar a los Estados Unidos al desastre con la política de las paguicas. Donald Trump presentó un plan coherente con aranceles a China y otras naciones que ahorran dinero al contribuyente y generan empleo y no dártelo por un lado para quitártelo, multiplicado, por otro.
O gana Trump, que ganará, y empieza la gran repatriación de esos desalamados que han disparado la delincuencia y el crimen, o con Quemala los haitianos de Springfield, Ohio, después de comerse las queridas mascotas, empezaran con los norteamericanos y la emprenderán con el canibalismo. Quemala Harris,¡qué asco de tipa! Pedazo de gnóstica: ella ve una realidad que no existe mientras a los mortales nos engañan los sentidos.