Enrique de Diego.
Pero ¿cómo se atreven de nuevo a proceder a una plandemia -no es una errata, plandemia- a la maldita estafa de la ciruela del mico? ¿Cómo se atreven a intentar de nuevo matarnos al tiempo que hacen negocio? ¿Cómo se atreven el criminal en serie de Tedros Adhanom y el tarado genocida de Bill Gates a intentar asesinarnos con la farsa de las timo vacunas?
Están grabadas en mi memoria, con profundo asco moral, aquellas ruedas de prensa de Perico Sánchez, de Salvador Illa, y de Fernando Simón, aquella comisión de expertos que nunca existió, aquellos confinamientos liberticidas, aquel morir de nuestros ancianos en aquella locura, morir de cualquier cosa menos del coronavirus, hambrientos y desprotegidos por un personal que se ausentó, aquel aplauso desde los balcones a los verdugos, aquellos médicos y enfermeras devenidos en auténticos asesinos, aquel guirigay infame de los medios, aquel intento de la timo vacunación obligatoria de Albertito Núñez Feijoó, aquel enorme insulto a la inteligencia, aquella orgía de corrupción por Ursula von der Leyen para abajo, todos, aquel infame pasaporte exigido por las hosteleros devenidos en guardias de las SS. Asco, tremendo asco. Vergüenza, vergüenza torera. Ira por los muertos, por los sacrificados con las timo vacunas, psicópatas, tratando a la gente como auténticos gilipollas y subnormales, como borregos llevados al mataderos en autobuses gratis.
Hay que entender esta farsa de la plandemia de la ciruela del mico como una segunda oportunidad para ajustarles las cuentas, para que paguen por todo el daño causado, por el genocidio cometido. ¡Basta ya de farsas, asesinos! Conseguirán hacer negocio, se comprarán las timo vacunas, para eso está la demente Mónica García, pero no de debe timo vacunar nadie. Rebelión. A por ellos.