Enrique de Diego.
Recientemente, he visionado una llamada «película cristiana» en YouTube. La verdad, no sé por qué no ponen esas películas en alguna televisión que se emita en España, porque por lo común son muy buenas, llenan el alma, son un canto al afán de superación y nos muestran enseñanzas muy convenientes y edificantes sobre la Santa Biblia.
La película tenía el siguiente argumento: la voz del narrador cuenta que la Corte Suprema en 1962 prohibió rezar en las escuelas públicas, dentro de un clima de secularismo completo; desde entonces ha habido bastantes tiroteos en escuelas norteamericanas. Bien es verdad que los autores son wokes, afectados por el virus woke, varios trans, conectados por el FBI que los utiliza en su obsesión por desarmar al pueblo norteamericano y tiranizarlo.
Bueno, un joven sufre el trauma de que en uno de estos tiroteos sufre la muerte de su hermano, buen cristiano. Cambiar de ciudad y de escuela secundaria, y quiere emular a su hermano fallecido y tiene una conversión. Se plantea como actividad extra escolar un grupo de lectura de la Santa Biblia. Y hay un grupo de teatro, y para ese grupo hace un musical inspirado en David y Goliat, Pero hay un profesor, celoso y sectario cuidador del laicismo, que se opone y habla con la directora y prohíbe ambas actividades. El profesor se reúne con otros sectarios escandalizados porque, de seguir así, se enseñará el «creacionismo». El final: un abogado de derechos civiles planea una Audiencia y una juez entiende que se está vulnerando la libertad de expresión de ese alumno y de sus compañeros. Un peliculón con un pedazo de argumento.
Me voy a fijar en la cuestión del darwinismo que se enseña como un hecho, como un dogma de fe, y es una absoluta patraña, una estafa. Me reconcome que, en el plan de 1957, un buen plan de enseñanza, me explicaran en Ciencias Naturales chorradas como que de la ameba en una cadena evolutiva se llega al hombre. Tamaña estupidez carece de evidencia científica. Tiene todos los datos en contra. En la naturaleza no vemos nadie que esté evolucionando así, la naturaleza no crea, por ejemplo, órganos; el oso polar blanco no se convirtió en blanco para pasar desapercibido, no pasó de gris a blanco, no se adaptó. Siempre ha sido blanco por eso vive en los polos. Los neo evolucionistas modernos defienden que la evolución es una serie de mutaciones a través de millones de años. Es como tirar los dados. Pero las cosas no funcionan así: las mutaciones siempre son regresivas y no perduran. Y son mínimas. La evolución es una grosera mentira y ya está bien de adoctrinar con ella, de enseñar la mentira del patético Charles Darwin a la trágala. Y mucho menos, aunque va de suyo, que el hombre proviene del mono, estupidez que contradice la genética. La evolución es falsa de toda falsedad. La primera de las grandes mentiras vendidas como ciencia a la trágala, sin ninguna prueba.
Quiero hacer aquí mención a un campeón de la libertad, a William Jennings Bryan, el viejo cruzado del medio oeste de USA, que en 1917 dió una batalla crucial. En 1917, defendió que el evolucionismo con su ataque a la religión debía enseñarse en todo caso como mera hipótesis (como patraña y estafa, diría yo). Un juicio que hubo fue ganado por Bryan, pero los estridentes medios de comunicación de la nefasta costa este dieron la impresión de que había perdido.
El cristianismo sobrevivió y floreció, y la disputa entre evolucionismo y creacionismo sigue siendo una cuestión vigente en grandes regiones de Estados Unidos hoy en día. Fue la primera batalla entre la mentira evolucionista y la verdad creacionista, la primera batalla por el alma de Estados Unidos.