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El macronismo ha muerto

Redacción




Virgina Montes.

Emmanuel Macron, el líder más globalista, el chico Rotschild, es consecuencia de una operación de «cordón sanitario» contra Marine Le Pen. Y le ha funcionado bien: salió reelegido y un hombre sin partido se lo sacó de la manga y ha obtendio una mayoría absluta y otra simple en la Asamblea Nacional.

Cuando en las elecciones europeas se impuso el RN, Macron recurrió a sus instintos básicos y adelantó las elecciones legislativas para volver las aguas a sus cauces. Sus más firmes colaboradores le dijeron que era una torpeza, pero a Macron le ha perdido su petulancia y su pérdida del sentido de la realidad y no ha comprendido el hartazgo de la sociedad francesa hacia sus políticas inmigratorias y la islamización rampante, su fuerte deseo por sobrevivir.

La contundente victoria en la primera vuelta -el sistema francés es mayoritario a dos vueltas- del RN de Marine Le Pen ha sido un baño de esa realidad, de la petición de orden y ley. Nada indica que en la segunda vuelta vaya a revertirse la situación: el macronismo ha muerto. El candidato del RN, Jordan Boadella ha ganado en 300 de las 577 circunscripciones y la mayoría absoluta de la Asamblea está en 289 escaños. Dos de las principales encuestas dicen que los de la Pen no lo lograran y una tercera dice que sí. Las espadas están en alto y nada puede aventurarse.

Sin embargo, el Nuevo Frente Popular que lidera Jean-Luc Melenchon es una extrema izquierda más radical que Podemos y formada por fuerzas heterogéneas ecologistas, socialistas, comunistas, trotoslystas, socialdemócratas e islamistas. Ha quedado como la segunda fuerza con el 29%, frente al 20% de los liberales de Macron y al 34,2% del RN de Marine Le Pen.

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Inmediatamente, Macron y Melenchon han recurrido al «cordón sanitario» para cerrar el paso a la «extrema derecha». Eso significa que apoyaran al candiato mejor situado y el tercero en liza se retirara. Pero una cosa es sumar fuerzas en torno al hipotético centrismo de Macron y otra es cerrar filas frente a la radicalidad del Nuevo Frente Popular.

Por segmentos de edades, los jubilados han votado a Macron, la Francia que trabaja entre los 25 años y los 60 ha votado a Marine Le Pen, el asistencialismo islamista ha votado a Melenchon y los jóvenes se han repartido al 50% entre ek RN y el Nuevo Frente Popular. No es seguro que los votantes macronistas le sigan votando al sector más radical de la sociedad francesa, al que, por cierto, los candidatos de Macron han denunciado sus carencias, su antisemitismo, su excesivo gasto público y el peligro que representa para los valores republicanos, empezando por sus duras críticas a la Policía.

Por de pronto, Melenchon valoró los resultados con Rita Hassan a su lado, una eurodiputada claramente alineada con las posiciones de Hamas que lucía el pañuelo palestino. En París, en la Plaza de la República, dos mil seguidores del Nuevo Frente Popular corearon en español el «No pasarán», sin que lucieran en ningún caso la bandera francesa y sí la Palestina, la de Sudáfrica, la de Argelia; en Lyon y Nantes se produjeron actos vandálicos, que probablemente hayan hecho pensar y desistir a buena parte del electorado moderado de Macron.

En esta ocasión, el «cordón sanitario» no será unánime. Los Republicanos con el 10% de los votos no se sumarán. Muchos de los antiguos gaullistes oscilan hacia Marine Le Pen. Desde luego el transfugado Enric Ciotti, pero también un dirigente destacado como Xavier Bellamy, que se ha negado a pedir el voto para la segunda vuelta. Enric Zemmour, con el 1% de los votos, ha pedido que se apoye a los de Marine Le Pen.

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De todas formas, el macronismo ha muerto como puntal de las políticas globalistas de Bruselas y de la OTAN. Las veleidades belicistas de Macron a favor de Ucrania entrando en la guerra directamente con Rusia han sido arrumbadas. Tanto el Nuevo Frente Popular como el RN no están por ese aventurerismo. Los fuertes poderes del presidente de la República han de ser refrendados por la Asamblea Nacional. En cualquiera de los dos casos, Macron tendrá las manos atadas por una cohabitación difícil.